martes, 6 de septiembre de 2022

El precio de Leandro 4.3: Coach de escorts


Cuando todo regresa a una aparente normalidad, el reloj de una de las mesas de noche marca diez minutos para las cuatro de la madrugada.

“Estuviste increíble, Leandro”.

“Gracias. Tú igual, Darío”.

“Sabía que eso” –Darío toma el pene flácido de Leandro en una de sus manos—“no defraudaría… ¡es enorme!”

El futbolista ríe ante lo cursi de la apreciación fálica, pero ya está acostumbrado, así que solo aguanta, y decide darle otra movida conveniente a su peón:

“Jamás pensé que iba a pasarla tan bien”.

“¿En serio?”, se alegra Darío.

“Mírame aquí”, le da un beso breve en la boca. “Si no hubiese funcionado, ya estaría vestido y buscando un taxi para irme a casa”.

Lo que Leandro nunca confesaría es que el bus que lo puede acercar hasta su domicilio pasa cuatro calles más abajo recién a las cinco de la mañana, así que lo mejor es mantenerse bajo ese cómodo refugio.

“¿No estás apurado?”, se sorprende Darío.

“Bueno, tengo entrenamiento a las nueve pero creo que puedo sobrevivir… si duermo toda la tarde”.

Ambos ríen.

“Espero que no sea la primera y última vez que me haces el amor, Leandro, porque eso fue realmente intenso”.

“Espero que no te aburras de mí”, el invitado clava la mirada en el anfitrión, quien evidentemente traga saliva y sonríe por compromiso. Claro está, lo que realmente espera Leandro es que el siguiente paso sea hacer una cita con Roberth Peña.

“Creo que será imposible”, responde Darío.

Leandro, entonces, siente que ha entrado en terreno pantanoso:

“Solo te quiero pedir algo: me parece que vamos a pasarla bien como compañeros, amigos, y hasta como amantes; pero… no te enamores de mí”.

Darío se ensombrece por un momento. Todo parecía ir bien, pero trata de entender. Quizás es muy rápido. Quizás no pueda exigir mucho por ser la primera vez:

“Cuento contigo, ¿no, Leandro?”

“Dalo por hecho, pero solo te pongo esa condición”.

 


“Hiciste bien, brother”, califica Rico, quien lleva a un adormilado futbolista como pasajero. De nada han servido los dos cafés cargados y una lata de energizante, excepto para ir al baño interrumpiendo el entrenamiento previo al partido del domingo hasta dos veces esa mañana.

“¿Y en serio lo habré impresionado?”

“Mira, bro, te voy a contar un secreto sobre la gente famosa. Se construyen el mito de que lo tienen todo, y de que tienen a quien quieren a solo pedido, de que pueden cambiar de marido cada noche, si quieres; pero la verdad es que se hacen tan inalcanzables que terminan siendo muy solitarios”.

“Hablas”.

“Entonces, cuando aparece alguien que sepa activarles el resorte correcto, se le pegan como chicle”.

“¿Eso es bueno o malo para mí, Rico Ricón?”

“Va a depender de cómo lo manejes, Leandro León; pero sí te aconsejo algo: tú debes poner las reglas, tú debes tener el control. Aunque él tiene todo el billete del mundo, quien decide cómo se baila el merengue eres tú”.

“Deberías ser coach de escorts, Rico”.

Conductor y pasajero se carcajean.

  

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