jueves, 8 de septiembre de 2022

El precio de Leandro 4.5: Posando desnudo otra vez


Para la una de la tarde, toda la ropa ya ha sido usada. Fueron cuatro horas y media de cambios, recambios, lonas, relonas, sonrisas, peinados, pero la misma energía. Leandro solo tiene puesto un suspensor negro (con la consiguiente incomodidad de Darío y la indiferencia absoluta de Roberth) y se acerca por enésima vez al portaprendas.

“¿Y ahora qué?”, consulta el chico.

“Ya acabamos”, se adelanta Darío.

Roberth tiene cara y sonido de duda. Leandro y Darío se miran tratando de interpretar el gesto y el mugido apagado.

“¿Te animas a hacer unos desnudos?”, al fin lanza el fotógrafo.

“No creo que sea nece…”, interviene Darío.

“Le pregunté al esclavo, no al hacendado”, sonríe pendejamente Peña, interrumpiéndolo.

“No me hago problema”, responde el aludido.

“quítate eso y que Darío te retoque el cuerpo”, instruye Roberth.

Mientras Leandro se quita la prenda, Darío se pone serio con el artista.

“Le estoy consultando, no le estoy obligando, y dijo que sí”, sentencia el fotógrafo como respuesta a una actitud que ya ha visto anteriormente. Leandro, por su parte, se queda con el suspensor a medio muslo y mira a ambos, algo aturdido:

“Miren, si no es necesario, yo…”, trata de poner paños fríos.

Roberth cambia la mirada con el aspirante a modelo mainstream y lo toma de un hombro:

“Mira, muchahcho, y te lo voy a decir delante de Darío: en esta carrera, muchas personas van a darnos la mano, muchas personas querrán que actuemos así o asá; pero lo que jamás debemos claudicar, renunciar, perder de vista, es que las decisiones que tomemos tienen que ser nuestras. Posiblemente no le gusten a algunos, muchos o a todos; pero tienen que ser nuestras decisiones”.

Un silencio se apodera del estudio. Un largo y tenso silencio. Roberth mira empáticamente a Leandro, Darío mira a ambos y siente que sobra.

“A la mierda”, reacciona el novato, y se queda en pelotas. “Comencemos”.

“Acompáñame”, palmea el fotógrafo, llevándolo al centro del salón. Darío se queda inútil junto al portaprendas. “¡Producción, necesito maquillaje de cuerpo aquí!”, ironiza Roberth ya en su marca.

  

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