martes, 13 de septiembre de 2022

Ser Rafael 5.2: Pareces estar madurando




¿Se habrá molestado por lo inoportuno del ‘telefonazo’? ¿estará en el baño? ¿Salió y ya viene?

Sonó una puerta, evidentemente cerrada de golpe por el viento.

¡Qué estúpido! Fui a buscar mi celular en la mesita de centro de mi sala. Le marqué, pero apenas entraba la llamada, ella me cortaba.

¿Qué hice ahora para que ella me tratara así?

Tenía que buscarla. Solo debía lavarme la cara y salir disparado.

Entré a mi dormitorio por una toalla.

“¿Acaso me buscabas?”

Laura estaba acostada sobre mi cama totalmente desnuda. No era un espejismo. Era su glorioso y esbelto cuerpo.

Nota al pie: las mujeres demoran una eternidad para vestirse, pero son más rápidas que la velocidad de la luz para invertir el proceso… ¿o es mi impresión?

el alma me regresó al cuerpo.

Sonreí, cerré la puerta y le puse pestillo, me desnudé y me acosté sobre ella.

Volví a besarla con pasión, y a frotar mi cuerpo contra el suyo.

Cuando estábamos muy excitados, me arrodillé, saqué un condón, pero ella me detuvo la mano.

“Déjame a mí”.

Lo abrió, tomó mi miembro, y delicadamente me lo puso.

El resto fue dejarnos llevar por el mismo baile y la misma sinfonía de nuestras hormonas, las que se movían a millones de revoluciones por milisegundo.

Satisfecho nuestro requerimiento de intimidad sexual, adoptamos nuestra clásica posición de descanso.

“Sería bonito convivir”, lanzó Laura.

Me tomé mi tiempo para responder sin ser duro. La idea no me gustaba para nada.

“No quiero dejar sola a mamá”, le respondí.

“si ése es el problema, podríamos convivir aquí”.

“No, gracias, Laura. Será para que te adopte como hija, y la verdad no te lo recomiendo. Además, ¿no crees que es muy pronto para barajar esa posibilidad?”

“Rafo, ya tenemos más de tres años”.

“No, mi amor. Por ahora, convivencia no”.

Me levanté de la cama, tomé mi toalla y fui a ducharme.



  Una semana después, llamaron a Laura para entrevistarla.

Para su buena suerte, ésta fue programada justo después de su horario de trabajo.

Pensé acompañarla, pero iba a ponerla tensa; así que me fui a entrenar como de costumbre.

Como quedé para cenar con ella luego de mi rutina, llevé ropa y tomé un baño en las duchas del gimnasio.

En realidad solo habían dos, separadas por una pared de mayólica y sin nada que la aislara del estrecho pasillo que conducía al vestidor de varones.

Cuando acabé, un chico que jamás había visto allí estaba desnudo, listo para ingresar a la otra ducha libre. Me saludó con cierto gesto gay. Le respondí, pero salí inmediatamente. Sentí que me tiró una palmada leve en mi nalga. Paré y me detuve a verlo, serio.

“¿Te pasa algo, huevón?”

“Perdona, amigo. Fue casualidad”.

Me sonrió. Salí a vestirme.

Cené con la familia de Laura: su padre, su madre, su hermano menor y su hermanita. La entrevista había transcurrido sin sobresaltos. Las mismas preguntas analíticas de siempre.

Por cierto, la cena estuvo rica.

“Muchacho, la verdad me da gusto que estés pendiente de mi hija en esas cosas”. Me dijo su padre. “Ya le dije que no pretenda hacer carrera trabajando para el gobierno. Este país no paga bien a sus empleados. Mírame a mí: treinta años de servicio para una pensión de hambre. Si no fuera porque sé hacer otras cosas,…”

La madre cortó el discurso paterno con el clásico ‘¿más juguito?’.

Me quedé allí hasta las diez de la noche.

Al salir estaba satisfecho porque había ganado puntos ante el patriarca de la familia, y porque había una posibilidad de que, al salir de su trabajo actual, redujera el riesgo de que Eduardo pudiera abrir la boca.

Sabía que no tenía todo bajo control. Solo me quedaba cruzar los dedos.

Volví a tener la sensación de que alguien me espiaba a lo lejos.

Vi en todas direcciones, pero nada. ¿Me estaba comenzando a volver loco?



Al llegar a mi casa, mi madre estaba viendo el noticiero.

“¿Fue Laurita a la entrevista?”

“sí, dice que le fue bien”.

”Hijo, ¿puedo decirte algo?”

Oh, oh. Alerta de sermón. Me detuve, con gesto de casi-fastidio.

“¿qué pasó, mami?”

“Rafito, me da gusto ver cómo as madurado en estos meses. Eres distinto. Alguien más juicioso y razonable”.

“Gracias, mami. Es ley de la vida, creo”.

Mi madre sonrió con cariño.

“Me dará gusto que venga tu hermana, y vea cómo todo marcha bien a pesar de la ausencia de tu padre”.

Confieso que no entendí a qué venía esa relación entre que todo marchara bien y que mi padre no estuviera.

Fui a mi dormitorio, me desnudé y descansé en santa paz. 

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