martes, 11 de octubre de 2022

el precio de Leandro 8.2: Casting de otro nivel


Dos días después, el lunes, Leandro acude a Sparking Advertising, una agencia de publicidad situada en una de las antiguas casonas que se pudieron rescatar de la modernización en el Distrito Centro Sur. Sin embargo, por dentro hay una combinación de los viejos estilos señoriales con la funcionalidad que dicta la arquitectura contemporánea, donde la línea recta ya no es la tendencia. La oficina de Alberto Madero, a donde lo hace pasar una de las secretarias que le había recibido sus papeles cuatro lunes antes, es mas bien un poco más moderna que señorial, con una gran ventana que tiene una vista a uno de los parques existentes en ese barrio residencial y empresarial. Leandro viste una chaqueta negra de cuero, una camisa rojo oscuro manga larga y un delgado jean celeste, ambas prendas entalladas en extremo, que dibujan perfectamente su atlética anatomía, y zapatos negros bien lustrados.

“Adelante”, le dice un hombre entre los treinta y cuarenta, de traje casual, algo más bajo que él pero en su peso, que está detrás de un amplio escritorio de madera, su laptop al costado, papeles ordenados sobre el tablero. Leandro agradece y espera a que lo inviten a tomar asiento, lo que sucede de inmediato.

“Revisé todos tus materiales y la verdad me gustaron, además que me encanta el fútbol, Leandro; pero, ¿qué otra experiencia tienes modelando que se sume a esto que tengo en mis manos?” Y el director creativo le muestra sus fotos de época Semanal, las que le hizo Roberth como prueba y las del catálogo.

“Hay un videoclip en el que participé para una nueva canción de Luna Estrella, donde aparezco con otro modelo, Rico Durán; el caso es que no sé si está editado y no sé cuándo saldrá al aire”.

“Sí, Roberth me comentó algo, pero descuida si no lo tienes. Mira, iré al grano: tenemos que grabar un comercial para una bebida energizante y estamos armando el cast. Hemos pensado grabarlo en Playa Norte y quiero saber qué disponibilidad tendrías para viajar y trabajar todo un día. Lo digo por lo de tu compromiso con el San Lázaro”.

“Yo estoy disponible, señor Madero”.

“Perfecto, básicamente se tratará de hacer pases a cámara, aparecer frente a ella, y posiblemente algunas coreografías, pero eso será con el cuerpo de baile…”

“¡Yo sé bailar!”

Madero lo mira con los ojos bien abiertos:

“¿en serio? ¡Perfecto! A ver, antes de tomar una decisión, quisiera que modeles un poco”.

Leandro se quita la chaqueta y la deja sobre la silla. El director creativo le señala un espacio libre cerca de la ventana y le pide que haga un pase y que luego se quede estático. El futbolista lo hace muy bien: cuerpo erguido, manos bajo la cadera, pie izquierdo delante, pie derecho detrás y mirando a la derecha, sonrisa franca.

“¿Tienes algún problema en quitarte la camisa, por favor?”

“No, en absoluto”.

Leandro se desabrocha la prenda, se la quita, y al liberarse de ella, le da vueltas en el aire como si fuese un bailarín exótico, lo que produce la risa de ambos. La prenda vuela cerca del escritorio.

“No me digas que también has sido…”

“Quise, pero no me dejaron porque me dijeron que me faltaba cuerpo”.

Madero observa los pectorales, el abdomen y los brazos bien marcados.

“Date la vuelta”, le pide.

Leandro gira y muestra su espalda no tan amplia pero casi impoluta, con el canal de la espina bien pronunciado, cintura pequeña y dos redondas nalgas bajo el pantalón.

“¿Hay algún problema en que te quedes en ropa interior?”, consulta Madero.

Leandro gira el tronco y su rostro luce dubitativo:

“Es que…”

“Ah, es la ventana”, sonríe Madero. “Si quieres cierro la cortina, aunque es polarizada: de afuera no se ve más que un cristal negro”.

“No, no es eso, señor Madero… es que… no… no traje ropa interior”.

“Ah, entonces descuida; no es necesa…”

“No, no tengo problema”, se apura Leandro.

Entonces, el galán se desabrocha el pantalón y se baja la cremallera. Como puede, se quita los zapatos y se despoja de toda la prenda. Vuelve a posar frente al señor Madero únicamente vistiendo sus calcetines.

“¿Puedes darte la vuelta?”

Leandro acata. ¿Qué duda cabe que en ese despacho hay un nuevo dios griego?

“Perfecto”, dice el señor Madero. “Vístete y siéntate”.

Mientras el futbolista se pone nuevamente su pantalón y sus zapatos, el director creativo toma un pedazo de papel y escribe algo. Apenas el modelo se sube la cremallera con sumo cuidado y se abrocha la prenda, ve que Madero escribe en su laptop, y le alcanza el pedazo de papel.

“Mira, vas a bajar al primer piso, la primera puerta a la derecha saliendo de la escalera. ¿Tienes tu documento de identidad?”

“Sí”, responde tímidamente Leandro, recibiendo la esquela.

“Perfecto; que le saquen copia, les das ese papel, ya te darán instrucciones y esperas nuestra llamada”.

Leandro asume que si bien ha creado una buena impresión, sus datos irán a un archivo para que sirva cuando se le necesite:

“Entiendo: no los llamo, ustedes me llaman”.

“Sí… para confirmarte tu número de reserva”.

Leandro se calza la camisa y mira a Madero, con mucha extrañeza.

“Creo que no entiendo”.

“Número de reserva, Leandro; el número para que hagas check-in para el vuelo: pide permiso al San Lázaro que mañana a las ocho tienes que estar en el aeropuerto porque viajamos a Playa Norte”.

El joven se emociona:

“¿qué quiere decir?”

“Que ya eres parte de Sparking. Bienvenido”.

Leandro no cabe de júbilo y aún sin abotonarse la camisa, rodea el escritorio y va a abrazar a su nuevo jefe, quien permanece sentado aún. Leandro siente que le palmean una nalga pero no le importa: tiene su primer empleo.

  

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