Dos días después, el lunes, Leandro acude a Sparking Advertising, una agencia de publicidad situada en una de las antiguas casonas que se pudieron rescatar de la modernización en el Distrito Centro Sur. Sin embargo, por dentro hay una combinación de los viejos estilos señoriales con la funcionalidad que dicta la arquitectura contemporánea, donde la línea recta ya no es la tendencia. La oficina de Alberto Madero, a donde lo hace pasar una de las secretarias que le había recibido sus papeles cuatro lunes antes, es mas bien un poco más moderna que señorial, con una gran ventana que tiene una vista a uno de los parques existentes en ese barrio residencial y empresarial. Leandro viste una chaqueta negra de cuero, una camisa rojo oscuro manga larga y un delgado jean celeste, ambas prendas entalladas en extremo, que dibujan perfectamente su atlética anatomía, y zapatos negros bien lustrados.
“Adelante”, le dice un hombre
entre los treinta y cuarenta, de traje casual, algo más bajo que él pero en su
peso, que está detrás de un amplio escritorio de madera, su laptop al costado,
papeles ordenados sobre el tablero. Leandro agradece y espera a que lo inviten
a tomar asiento, lo que sucede de inmediato.
“Revisé todos tus materiales y la
verdad me gustaron, además que me encanta el fútbol, Leandro; pero, ¿qué otra
experiencia tienes modelando que se sume a esto que tengo en mis manos?” Y el
director creativo le muestra sus fotos de época
Semanal, las que le hizo Roberth como prueba y las del catálogo.
“Hay un videoclip en el que
participé para una nueva canción de Luna Estrella, donde aparezco con otro
modelo, Rico Durán; el caso es que no sé si está editado y no sé cuándo saldrá
al aire”.
“Sí, Roberth me comentó algo,
pero descuida si no lo tienes. Mira, iré al grano: tenemos que grabar un
comercial para una bebida energizante y estamos armando el cast. Hemos pensado grabarlo en Playa Norte y quiero saber qué
disponibilidad tendrías para viajar y trabajar todo un día. Lo digo por lo de
tu compromiso con el San Lázaro”.
“Yo estoy disponible, señor
Madero”.
“Perfecto, básicamente se tratará
de hacer pases a cámara, aparecer frente a ella, y posiblemente algunas
coreografías, pero eso será con el cuerpo de baile…”
“¡Yo sé bailar!”
Madero lo mira con los ojos bien
abiertos:
“¿en serio? ¡Perfecto! A ver,
antes de tomar una decisión, quisiera que modeles un poco”.
Leandro se quita la chaqueta y la
deja sobre la silla. El director creativo le señala un espacio libre cerca de
la ventana y le pide que haga un pase y que luego se quede estático. El
futbolista lo hace muy bien: cuerpo erguido, manos bajo la cadera, pie
izquierdo delante, pie derecho detrás y mirando a la derecha, sonrisa franca.
“¿Tienes algún problema en
quitarte la camisa, por favor?”
“No, en absoluto”.
Leandro se desabrocha la prenda,
se la quita, y al liberarse de ella, le da vueltas en el aire como si fuese un
bailarín exótico, lo que produce la risa de ambos. La prenda vuela cerca del
escritorio.
“No me digas que también has
sido…”
“Quise, pero no me dejaron porque
me dijeron que me faltaba cuerpo”.
Madero observa los pectorales, el
abdomen y los brazos bien marcados.
“Date la vuelta”, le pide.
Leandro gira y muestra su espalda
no tan amplia pero casi impoluta, con el canal de la espina bien pronunciado,
cintura pequeña y dos redondas nalgas bajo el pantalón.
“¿Hay algún problema en que te
quedes en ropa interior?”, consulta Madero.
Leandro gira el tronco y su rostro
luce dubitativo:
“Es que…”
“Ah, es la ventana”, sonríe
Madero. “Si quieres cierro la cortina, aunque es polarizada: de afuera no se ve
más que un cristal negro”.
“No, no es eso, señor Madero… es
que… no… no traje ropa interior”.
“Ah, entonces descuida; no es
necesa…”
“No, no tengo problema”, se apura
Leandro.
Entonces, el galán se desabrocha
el pantalón y se baja la cremallera. Como puede, se quita los zapatos y se
despoja de toda la prenda. Vuelve a posar frente al señor Madero únicamente
vistiendo sus calcetines.
“¿Puedes darte la vuelta?”
Leandro acata. ¿Qué duda cabe que
en ese despacho hay un nuevo dios griego?
“Perfecto”, dice el señor Madero.
“Vístete y siéntate”.
Mientras el futbolista se pone
nuevamente su pantalón y sus zapatos, el director creativo toma un pedazo de
papel y escribe algo. Apenas el modelo se sube la cremallera con sumo cuidado y
se abrocha la prenda, ve que Madero escribe en su laptop, y le alcanza el
pedazo de papel.
“Mira, vas a bajar al primer piso,
la primera puerta a la derecha saliendo de la escalera. ¿Tienes tu documento de
identidad?”
“Sí”, responde tímidamente
Leandro, recibiendo la esquela.
“Perfecto; que le saquen copia,
les das ese papel, ya te darán instrucciones y esperas nuestra llamada”.
Leandro asume que si bien ha
creado una buena impresión, sus datos irán a un archivo para que sirva cuando
se le necesite:
“Entiendo: no los llamo, ustedes
me llaman”.
“Sí… para confirmarte tu número
de reserva”.
Leandro se calza la camisa y mira
a Madero, con mucha extrañeza.
“Creo que no entiendo”.
“Número de reserva, Leandro; el
número para que hagas check-in para
el vuelo: pide permiso al San Lázaro que mañana a las ocho tienes que estar en
el aeropuerto porque viajamos a Playa Norte”.
El joven se emociona:
“¿qué quiere decir?”
“Que ya eres parte de Sparking. Bienvenido”.
Leandro no cabe de júbilo y aún
sin abotonarse la camisa, rodea el escritorio y va a abrazar a su nuevo jefe,
quien permanece sentado aún. Leandro siente que le palmean una nalga pero no
le importa: tiene su primer empleo.
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