martes, 18 de octubre de 2022

el precio de Leandro 9.2: Orgía con el nuevo jefe


Media hora después, en su búngalo, entiende perfectamente lo que su compañero de cuarto trató de decir cuando ambos junto a la modelo se enredan como un torbellino sobre una de las camas, confundiendo las caricias y los besos en tres idiomas y un mismo gesto hasta que Gerson consigue acostarse encima de la chica, y Leandro se queda al costado de ambos.

“Acaríciame”, le dice el muchacho, y el futbolista comienza a pasearle su mano izquierda por la espalda hasta bajar a sus nalgas, en las que se solaza: “Sigue, Leandro, sigue”.

Súbitamente se escuchan golpes en la puerta. Leandro se asusta. ¿Estarán haciendo demasiada bulla y alguien los ha quejado?

“Abre a porta, ábrela”, pide Gerson.

Leandro baja de la cama, busca una toalla, trata de disimular su excitación y va.

“Hola muchacho”, le dice Alberto Madero quien llega junto al camarógrafo. “¿Podemos pasar?”

“Pe-pe-perdone, señor, no eera nuestra…”

Madero se adelanta a tres centímetros de la cara del muchacho y busca su oído:

“Venimos a la fiesta”.

Los gemidos de la modelo comienzan a llegar desde adentro, mientras los nuevos invitados entran a la salita y se despojan de sus ropas. El camarógrafo se asoma a la puerta del dormitorio:

“Fuck!”, exclama.

Madero abre otra botella de vodka, da un vaso plástico a Leandro y se sirve en el suyo propio.

“Beberemos esto porque ya sé que es lo único que los emborracha y no les crea panza”. Le da la botella al futbolista.

“Primera vez que lo pruebo”.

“¿Te gusta?”

“Fuerte, pero rico”.

Leandro mira hacia la puerta del dormitorio y el camarógrafo ya no está ahí.

“Déjalos”, dice Madero. “Solo sigue la regla: lo que pasa luego del trabajo, se olvida para siempre”.

“¿Incluso las gracias?”, sonríe Leandro.

“Bueno, hay excepciones”, Madero choca su vaso de plástico, también sonriendo, da un trago, mira fijamente al joven, acerca su cara, le da un beso en la boca, y es correspondido. A los gemidos de la modelo se unen los de uno de los varones en el dormitorio.

“voy gozar!”, exclama Gerson desde adentro; luego, un gruñido.

“Modero has vodka outside,” avisa el camarógrafo.

Leandro suelta los labios del director creativo cuando siente  un brazo tras su espalda y una cadera y un muslo rozando los suyos. Voltea y encuentra un rostro cansado pero satisfecho:

“Precisso vodka”, pide Gerson.

Madero busca la botella y otro vaso plástico. El modelo se sirve.

“Salud”, le dice Alberto.

Los tres jóvenes chocan sus vasos, dan un trago, comienzan a acariciarse e inician un nuevo trío. Ahora Leandro puede probar ese trasero que, si bien no es tan crecido como el suyo, sí está firme. Gerson lo disfruta. Madero también recorre la espalda del futbolista con sus labios hasta llegar al medio de sus glúteos; intenta llegar hasta ese punto clave, pero el movimiento febril de pelvis se lo hace complicado; entonces se arrodilla, y comienza a sobárselo.

“No lo metas”, le advierte el futbolista.

“Confía en mí”, pide Madero.

Leandro siente en pocos minutos unos chorros calientes en su espalda baja pero prefiere mantener la concentración.

“Fode meu cú”, le repite Gerson. “Fode meu cú”.

El futbolista trata de respirar hondo para alargar el momento mientras gotas de sudor recorren su cuerpo. Madero mira la acción bebiendo otro vaso con vodka. Identifica el gesto típico del orgasmo, nota cómo el muchacho se hiperventila, cómo cierra los ojos y arquea las cejas.

“Las voy a dar”, gruñe Leandro.

 


A la una de la mañana, el camarógrafo y la modelo duermen en la cama que ocupaba Gerson, mientras éste yace en la que ocupaba Leandro. El futbolista y Madero se acomodan en el rústico sofá de la sala. El vodka apenas si está un poquito por debajo de la mitad.

“¿Ya no quieres?”, consulta el director creativo.

“No, ya no”, responde el futbolista, ebrio pero consciente. “Mejor no duermo porque… perderemos el vuelo”.

Madero sonríe:

“¿Arreglaste tu maleta?”

“Aún no; lo haré de aquí”.

“Tienes rico culo y cachas como profesional”.

“Te vaciaste en mi espalda”.

“Era ahora o nunca”.

“Yo soy activo… Creo que el trago…”

“Olvídate de activo, pasivo, versátil. Ésas son huevadas, Leandro”.

“¿Tú qué eres?”

“Soy todos, soy ninguno… Soy lo que se dé”.

“Huevadas”, sonríe Leandro. “Tenía miedo que… me la metieras”.

“Ni loco. No tenía condones. Tú sí se la zampaste a Gerson a pelo”.

“Estoy sano”.

“¿Y Gerson?”

“Está sano”.

Madero mueve la cabeza:

“Tampoco te la iba a meter si no me lo autorizabas”.

“Tienes buen culo también”, sonríe Leandro.

“Troto, voy en bici. No lo hago frecuentemente pero apenas tengo un tiempo libre, aprovecho”.

“Y yo que pensé… que iba a estar tranquilo… Y míranos: sin ropa, chupando vodka, lejos de casa…”

“¿Te jode, Leandro?”

“No sé… Pensé que sería… diferente”.

“¿No lo es?”

“No lo sé… Estoy saliendo de algo jodido… Se supone que esto… debería ser mejor… O eso me dijo Roberth”.

“¿Algo jodido? ¿Con alguien?”

“¿Tú… sabes algo?”

“Lo que se rumora en la ciudad… ¿cierto que te lo cachas a Darío Echenique?”

Leandro hace un gesto de disgusto:

“No quiero hablar de él… No quiero hablar de él”.

“Tranquilo”.

“Solo quiero que me vaya mejor… de ahora en adelante”.

“Definitivamente será mejor… Ahora todo depende de cuánto quieras superarte”.

“¿Haciendo esto? ¿Tirando?”

“No, Leandro. El trabajo es una cosa, y ahí sí tenemos que ser profesionales. Esto no es parte del trato. Si se da, se da. Las caricias se venden por separado”.

“¿en serio no son parte del paquete?”

“No, no lo son… Aunque, ya que hablas de paquetes…”

Madero se reclina y coloca su cara en la entrepierna de Leandro. Quizás ésa era la respuesta que el muchacho no hallaba: las caricias se venden por separado. Nuevamente siente tibio y húmedo allí abajo.

 


Mientras todo el equipo espera la salida del avión a la gran ciudad, Leandro está sentado solo en la fila de asientos pegada a la pared. Del otro lado de la sala, Gerson y la modelo siguen conversando animadamente y haciendo intentos de arrumacos; el camarógrafo está viendo su celular dos filas más adelante. Obviamente con éste último no podía cruzar palabra por la diferencia de idiomas, pero en el caso de Gerson, desde que tomaron desayuno y dejaron el hotel, lo ha notado distante. O quizás está más concentrado en la rubia. De pronto, alguien toca su antebrazo.

“¿Nervioso por el viaje?”

Es el señor Madero.

“No, para nada”, responde Leandro.

“¿Por qué esa cara, entonces?”

“No sé si estuve a la altura de sus expectativas”, disimula el muchacho.

“¡Claro que sí!”, Madero le guiña un ojo.

Leandro sonríe e ilumina sus ojos caramelo:

“Me refería al comercial”.

El director creativo sonríe también:

“Solo he visto los previews de la filmación pero luces bien. Tienes futuro en modelaje, así que, cuando regresemos, vamos a tener una conversación sobre lo que vendrá. A eso me refería”.

“A mí me gustaría estudiar, señor Madero”.

“¡Eso es bueno! ¿Qué te atrae?”

“Me gusta este mundo de la publicidad, pero… no lo tengo claro aún”.

“Puedes estudiar Comunicación o la propia Publicidad”.

“Pero me refiero al manejo del negocio, la administración”.

“Entonces, deberías estudiar algo relacionado con Marketing y Administración de Empresas. Hay buenos lugares a los que puedes asistir”.

“Además, necesito aprender inglés. Me sentía perdido durante la filmación”.

Madero sonríe:

“Igual, hay cientos de institutos donde puedes aprender… ¿Administración dijiste?”

Leandro asiente con la cabeza. Madero pierde su mirada al frente, tuerce un poco la boca, y voltea a ver a Leandro con un brillo en los ojos:

“¿Sabes? La carrera de modelo es muy eventual, especialmente si estás comenzando: sesiones, hojas de vida, audiciones, contratos, pagos. Ufff. Si vas a estudiar, necesitas un empleo fijo”.

“¿Me está diciendo que abandone el modelaje?”

“No. Estoy diciendo que necesitas un empleo fijo”.

“No tengo ninguno”.

“Ya veremos”, sonríe Madero. “Ya veremos”.


  

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