lunes, 31 de octubre de 2022

El precio de Leandro 11.1: Olvídate del rol


Cuatro días después, el lunes, Alberto Madero mira en su laptop el videoclip de Luna Estrella en su versión sin censura. Sonríe:

“Ese culo es inconfundible”, comenta y mira a Leandro, que está sentado frente a su escritorio.

“Que mi mami ni lo vea porque me agarra a sartenazos”, bromea el futvolista.

“La producción es excelente; a mi no me gusta la cantante pero el trabajo de Roberth está impecable, y esa escena de la cama luce muy real. ¿Les hizo algún taller de actuación?”

“No”, enrojece Leandro. “A decir verdad… esa escena… fue real”.

Madero suelta una carcajada:

“Suele pasar, ¡tranquilo! Bueno, te diré qué haremos acá: tu trabajo consistirá en ayudarme a llevar cuentas, orden de documentos, verificar los pedidos, cronogramas… ¡Ah! Y vigilar mi caja chica: si me sobregiro, aquí me cuelgan de los huevos; entonces, tienes que advertirme cuando entre a zona roja”.”

“Pan comido”, sonríe Leandro. “En el San Lázaro, los jugadores tenemos como una caja de ahorros y yo manejo el flujo, esas cosas”.

“Sí, Roberth me había contado ese talento oculto tuyo; y  ahora, levanta ese rico culo que tienes porque tenemos una junta ahora mismo”.

 


Leandro fue bien recibido por el equipo de Sparking Advertising, algunos de los que ya lo habían conocido durante la filmación en Playa Norte. Básicamente, el resto de esa jornada fue familiarizarse con los archivos, procedimientos, códigos de acceso, formatos. .

 


Tras salvar el tráfico, a eso de las siete y cuarto de la noche, Madero conduce a Leandro hacia el Distrito Este de la gran ciudad, una zona tan aristocrática como el Centro sur pero con una arquitectura mucho más actual. Se detienen frente a un edificio de cinco pisos.

“Bienvenido al Condominio Las Flores”, anuncia falsamente ceremonioso el director creativo. “¿Seguro que viene tu amigo?”

“Segurísimo”, responde Leandro.

Ambos bajan del auto, caminan hacia la puerta de ingreso donde Madero debe digitar un código de acceso, y cuando consiguen abrir la puerta, un auto se estaciona junto a ellos. Voltean a ver. Leandro sonríe al identificar al conductor: Rico.

“Disculpen la tardanza”.

El departamento dos cero uno es amplio. Cuando las luces se prenden, el estilo es casi casi futurista, aunque sin llegar a los estándares de las casas inteligentes. Diseños asimétricos pero armoniosos en los muebles, las luces, la distribución del espacio.

“¿qué te parece?”, le pregunta a Rico.

“¿Y cada cuánto tu familia viene aquí?”, le replica el muchacho.

“Nunca. Mi mujer no sabe que esto existe”.

“¿Y cómo lo haces?”

“De eso se trata mi trabajo, Ricardo: de hacerte creer que no es lo que sí es y que sí es lo que no es.

“¿Y es fácil de conseguir?”

“Tienes que ser un disonante cognitivo completo: nunca hagas lo que predicas. ¿Te sirve?”.

“Está mejor de lo que pensé, Alberto”.

“Deberíamos probarlo”.

Madero toma de la mano a sus acompañantes, los guía hasta el medio de la sala, comienza a acariciarlos y en poco tiempo los besa en la boca alternadamente. Entre los tres se liberan de chaquetas, camisas o camisetas, pantalones, zapatos, ropa interior (“Esta vez sí traes”, Madero le dice a Leandro “y te queda perfecta”). Allí de rodillas entre ambos muchachos, el anfitrión decide estimularlos con la boca por delante y suavemente con las yemas de sus dedos por detrás, mientras ellos dos juegan mutuamente con sus lenguas. Tras varios minutos de conseguirlo, Madero se pone de pie, besa a Leandro, lo anima:

“¿Quieres probarlas?”

“Soy activo”, dice el chico sin mucha convicción.

“Lo activo o lo pasivo se lleva en la cabeza, brother”, Rico le toma de la cintura. “Solo prueba”.

Leandro se arrodilla con temor, hace el intento comenzando con su amigo.

“No lo haces mal”, jadea. “Sigue, Leo, sigue”.

Prosigue con Madero, quien solo atina a suspirar. De inmediato, sin que se lo pidan, Rico asume el siguiente turno.

El resto del tiempo es alternarse entre el sofá y la alfombra. Quien parece entender mejor la lección es Leandro: la idea es quitarse de la cabeza conceptos como delante o detrás, activo o pasivo, arriba o abajo, dar o recibir; la idea es integrar todo eso y dejarse fluir hasta llegar al clímax. Y lo consigue casi en simultáneo como sus otros dos compañeros.

 


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