sábado, 26 de noviembre de 2022

ASS (54): Puertas abiertas

Santos tiene una especie de revelación respecto a su homosexualidad.



Esa tarde de martes, en la casa parroquial de San Sebastián, Santos termina de ducharse. Tras secar su velludo y bien esculpido cuerpo, se anuda la toalla a la cintura. Al salir y andar a pie seguro por el pasillo, encuentra la puerta del dormitorio del Padre Alberto abierta.

De reojo mira al cura: está desnudo, de espaldas. Santos traga saliva al ver en esa fracción de segundos, un cuerpo finamente entrenado: ancha espalda, cintura estrecha, culo grande y redondo, gruesas y bien definidas piernas. Es obvio que va al AS, piensa. Prefiere seguir avanzando hasta su habitación.

“¿Santos?”

El aludido se detiene y gira. Nuevamente la toalla está a punto de deslizarse hacia el suelo, acariciando su cuerpo blanco lleno de vellos rubios.

“¿Sí, Padre?”

“¿Qué pasó con David?”

“Ah… dijo que había de resolver un tema en el refugio de migrantes, que iba a tomarle tiempo, y que apenas terminara, venía para acá”.

“Perfecto. avanzaremos sin él, entonces”.

“Como diga, Padre”.

Santos tiene muchas preguntas y temores en su cabeza, especialmente tras lo que le había pasado la noche anterior en el gimnasio, luego que Alejo le mostrara aquella foto de él desnudo, una imagen que él pensaba se había perdido en algún lugar de la red.

Pero también tiene curiosidad por lo que acaba de ver en esa puerta, aunque conscientemente se lo esté negando. Retrocede sus pasos hacia ella. Adentro, Alberto sigue desnudo: imposible ignorar esa ancha espalda, esos gruesos brazos, ese redondo culo, esas poderosas piernas. El sacerdote extiende su ropa sobre su cama, y cuando se inclina, los vellitos que rodean su ano, asoman entre sus dos nalgas.

“Padre, disculpe”, reacciona santos antes de que su polla comience a engordar y alargarse.

“Dime”, sonríe Alberto, tomándoselo todo como la cosa más natural del mundo.

“¿Usted… usted también va al AS, cierto?”

Alberto se extraña por la pregunta, pero se lo toma como si nada:

“Sí, Santos, a primer hora de la mañana, antes de la primer misa, ¿por qué?”

“No… por nada… gilipolleces mías”.

Alberto sonríe, toma una toalla. Ahora Santos puede contemplar sus pectorales bien esculpidos, su abdomen de tabla de lavar, su vello púbico evidentemente recortado, su verga aún dormida descansando sobre ese par de generosas bolas.

Le dijeron que solazarse de esa forma es pecado; pero, si la otra persona muestra su cuerpo desnudo como si se tratara de algo totalmente normal, ¿dónde está el pecado: en quien lo muestra o quien lo mira?

“¿y cómo te fue con Alejo anoche?”

“¿Anoche?”,reacciona Santos.

“Claro. ¿qué tal la rutina?”

“Ah… me dejó hacer la que ya llevo hace meses”.

“Tienes bonito cuerpo”, le califica Alberto, sonriendo.

“eh, gracias. Solo una pregunta, Padre… ¿Cuánto usted confía en Alejo?”

Alberto se extraña por la cuestión:

“¿Por qué? ¿Acaso hizo algo que…?”

“No, Padre”, se apresura Santos. “Es solo… solo que me… gustaría conocerle más”.

Justo en ese momento, sin que medie acción alguna… la toalla que cubre a santos cae al suelo. Sus mejillas enrojecen casi de inmediato.  Otra vez el novicio queda completamente desnudo enfrente de Alberto, quien nota un detalle adicional: el pene del chico está tterminándose de poner erecto. Santos nota que le están mirando el miembro y se pone más rojo aún, ya sudando frío.

Alberto controla la situación con una sonrisa:

“Alejo, Miguel… son mis chavos de confianza. No tengas miedo: también hazlos tus chavos de confianza”.

Santos guarda silencio, y mas bien mira sin tanto remilgo hacia la entrepierna de su superior: el pene de Alberto también comienza a ponerse erecto.

“es obvio, Padre, que debo comenzar confiando por usted”, concluye Santos.

“Absolutamente”, confirma Alberto.

“Buscaré el momento, Padre, porque tengo una larga historia que contaros”.

Alberto sonríe mientras muestra sin complejo alguno su pene totalmente erecto y con el líquido preseminal comenzando a gotear desde su cabecita rosada. El de Santos también está erecto y palpitando.

Alberto , entonces, hace algo arriesgado. Se aproxima ante Santos, lo atrae del dintel de la puerta hacia el interior de su dormitorio y lo abraza así desnudo, juntando su verga a la polla del muchacho, ambas duras. Para Santos, el gesto lo libera, y a la vez le gusta.

No es un sueño ni una fantasía; está pasando en ese mismo instante.

“Cuando desees platicamos, Santos… ahora vístete que tenemos una misa por celebrar”.

Santos siente que la humedad del precum comienza a mojarle la punta de su pene.

“Claro, Padre”, le responde.

Unos quince minutos después, Santos entra por la puerta de servicio al AS y toca la puerta del dormitorio. Mientras espera que le respondan, se abre la puerta del baño. Marcano aparece totalmente desnudo terminando de secarse el cuerpo.

“Buenas tardes”, saluda el venezolano.

“Buenas… buenas tardes”, balbucea el español, sorprendido de ver ese otro monumento de carne masculina.

Es cuando le abren la puerta del dormitorio. Es Miguel. También está desnudo. ¿Qué mierda está pasando en este lugar donde los chicos parecen emular al paraíso terrenal pero solo compuesto por las mitades masculinas?

“Me cambio al toque y voy para allá”, le avisa el otro muchacho.

“Perdona, ¿puedo hablaros un segundo?”, pide Santos.

“Claro”.

Miguel hace pasar a Santos y cierra la puerta mientras busca ropa limpia para ponerse encima.

“Es sobre la foto de anoche… ¿se la habéis mostrado a alguien más?”

Miguel se detiene en su búsqueda y mira a Santos con una sonrisa.

“¿Estás loco? No, para nada. Eso solo lo sabemos Alejo, tú y yo”.

“O sea… ¿eso está seguro entre nosotros?”

“Por supuesto, Santos. Puedes confiar al ciento por ciento en nosotros”.

“¿y también en el Padre Alberto?”

Miguel se extraña por la inquietud, pero tiene una respuesta inmediata:

“También en el Padre: es nuestro mayor aliado”.

Como resorte, Santos se aproxima a Miguel, quien sigue desnudo, y lo abraza fuerte.

“Necesito confiar en vosotros”, le dice.

Miguel le corresponde el abrazo y comienza a acariciarle la recia espalda de arriba abajo.

“Confía”, le replica.

Ahora la  mano de Miguel comienza a palmear una de las nalgas duras de Santos. El novicio parece estar cómodo con la caricia.

 

y para terminar, te dejamos con un video porno gay.


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