domingo, 13 de noviembre de 2022

El precio de Leandro 13.1: Tirador Films


“Sé que he estado ausente durante toda tu vida, hijo, y te pido mil perdones por eso, y no hay justificación al respecto”, parece sincerarse Baldo Pérez, cincuenta y cinco años, algo obeso y cabello negro. “Pensé que con pasarle la manutención a tu madre ya estaba cumpliendo, y…”

“No hay problema”, reacciona Leandro. “Lo ehcho, hecho está y no hay manera de retroceder”.

El almuerzo en un exclusivo club del Distrito Centro Sur tiene cierto aire tenso a pesar de lo exquisito de los platos casi gourmet.

“Lo que quisiera saber es cómo obtuvo mi número de teléfono”, añade Leandro.

“El presidente del San Lázaro es amigo mío, hijo. No fue difícil conseguirlo, especialmente desde que la Fundación Echenique es su patrocinador: yo redacté el contrato, y lo hice con todo el gusto del mundo sabiendo que tú eres uno de los jugadores. ¡De sus mejores jugadores!”.

“¿Y usted también lo suspendió cuando alguien se lo pidió?”

“Leandro, mi relación con la familia Echenique es tan antigua como cuando José Miguel, el padre de Darío, si a él te refieres, y yo nos conocimos en la universidad. Han sido mis clientes por treinta años, y, no sé si lo sabes, pero el defecto de las empresas familiares es que la confusión entre casa y empresa es frecuente”.

“Claro, y usted solo tiene que acatar”.

“Por cierto, José Miguel Echenique te tiene en alta estima; incluso me dijo que se quería poner en contacto contigo para conversar. Y, cierto, será uno de los principales aportantes en mi campaña”.

“¿Sobre qué quiere conversar ese señor conmigo?”

“Ni idea. Pero no es el único que habla bien sobre ti. A donde voy, tu nombre solo produce elogios y satisfacciones, especialmente ahora que tienes ese programa de deportes. No lo he visto –te soy honesto—pero los comentarios son muy positivos. Te felicito”.

“Gracias, señor”.

“Leandro, hijo. Es justo por eso que te pedí esta reunión”.

“¿El programa de televisión?”

“En parte. Escucha, iré al grano: voy a postular al Congreso el año entrante y voy a iniciar mi campaña en medios, y tengo clarísimo que no solo se fijarán en mi trayectoria como abogado, sino que me van a escarbar todo. Y sé que media ciudad sabe que tengo un hijo fuera de mi matrimonio, y tú has ido saliendo de las sombras hasta ser quien eres ahora”.

“¿Pretende que regrese a las sombras donde nos dejó por veinte años a mi madre y a mí?”

“No, Leandro. Lo que pretendo es tu ayuda. Si sale en medios la historia de mi abandono, eso me hundirá, sin contar que va a afectarte a ti y a tu madre; por lo tanto, quiero proponerte que hagamos pública nuestra reconciliación”.

Leandro hace un esfuerzo para no reírse a carcajadas:

“¿Hacer algo para las cámaras, me dice?”

“No solo para las cámaras. Quiero recuperar mi relación contigo”.

“Jamás tuvimos una relación, señor”.

“Bueno, comenzarla desde el inicio, como el padre y el hijo que somos, y que te integres a tus otros dos hermanos y tu hermana”.

“Oh, la familia unida y feliz para que la prensa no diga que es un padre desnaturalizado y cruel”.

“Bueno, si lo dices así, sí”.

Leandro calla por unos segundos, mientras hunde el tenedor y el cuchillo con unos modales que sorprenden a Baldo por el nivel de perfección.

“Es más, hijo. Estaba pensando que Alberto Madero podría encargarse de manejar los medios como él lo sabe hacer. Mira lo que ha logrado con tu programa de telev…”

“Oiga usted. Me va a disculpar pero si ese programa funciona es porque le ponemos corazón, ganas, calidad, amor, dedicación, tiempo, creatividad, cerebro, vida. Algo que usted no hizo conmigo…”

“Lo sé, hijo, no mezquino…”

“Y si cree que me voy a prestar para levantarle o hundirle la imagen, perdone, se equivoca. Si la prensa levanta esa historia, yo lo único que voy a prometerle es que no haré ningún comentario y en todo caso le desearé la mejor de las suertes”.

“NO me hice entender bien, Leandro”.

“¿Y sabe algo más? No cuente conmigo. Por encima de todo, especialmente de usted, está mi madre. Yo trabajo por ella ya que otros irresponsables no lo hicieron o lo hicieron por obligación social, moral, o lo que sea. Haga de cuenta que esta reunión nunca sucedió”.

Leandro se levanta de la mesa y tira su servilleta a un costado.

“Y si comienza a molestarme, entonces me olvidaré de mi promesa… Ah, y me envía la cuenta del almuerzo”.

Leandro abandona el lugar del mismo modo como Baldo abandonó a su madre cuando supo que estaba embarazada de él. ¿Darma o karma? El muchacho no tiene una respuesta clara aunque sí una decisión que debe tomar.

 


A mitad de esa semana, se anuncia el lanzamiento de Tirador Films, una productora especializada en contenido adulto gay. Rico da una entrevista teniendo como fondo el logotipo de la flamante empresa: un arquero desnudo apuntando una saeta cuya punta es mas bien un falo.

“Está inspirado en una escena de Las mil y una noches, que filmó el cineasta italiano Pier Paolo Passolini, allá por mil novecientos setenta y cuatro si no me equivoco. Passolini fue cultor del hiperrealismo y ése es el estilo que vamos a darle a nuestras producciones”, declara ante una cámara.

“A ver, mi historia comienza hace cuatro años, cuando tenía veinticuatro y estaba buscando trabajo”, relata, a su turno, Pepe. “Me pasaron la voz de que necesitaban un guardia de seguridad en un local y me presenté. Me admitieron de inmediato. Lo que no me di cuenta en ese momento es que se trataba de un local de ambiente; pero, trabajo es trabajo… Una noche, uno de los strippers no pudo llegar. No recuerdo por qué. La cosa es que ya habían prometido un sow y la gente comenzaba a impacientarse. Yo siempre veía a los chicos cómo ensayaban y toda la cosa. Le hablé al administrador, lo dudó un momento, pero viendo la impaciencia de la gente, me mandó a vestuario, me preparé y salí. A la gente le gustó. Desde entonces fui uno de los bailarines regulares… Una noche llegó un chico y comenzamos a hablarnos, tratarnos. Llegamos a gustarnos y comenzamos algo. Me prometió que podía hacer una carrera en el modelaje… ¿Quién era el chico? Ehhh, Darío Echenique. La verdad es que no me sentía a gusto en ese mundo hasta que lo dejé, y como tengo habilidad para los trabajos manuales o de mantenimiento, me puse a chambear en eso hasta que me despidieron hace tres meses, y me quedé en el aire otra vez. Entonces, mi amigo Rico Durán me habló de su proyecto, lo pensé, hice unas pruebas, quedé. Pueden ver mis videos en nuestra página web y en el servicio de videos para adultos… Para mí no es inmoral. No estoy haciendo nada delictivo”.

“Estamos siguiendo todos los trámites de ley”, interviene Rico. “El talento es mayor de edad, todos han sido chequeados, han firmado autorizaciones y contratos; incluso, nos controlamos médicamente… Sí, a mí también Darío Echenique me quiso dar una mano en el modelaje de pasarela, pero no es lo mío. Me encanta esto. Lo que sí tengo que agradecerle es mi fuente de sustento por casi dos años: mi taxi, que ahora lo uso para trasladarnos a las locaciones. Así que los invito a que vean nuestro material, y recuerden: protéjanse siempre que tengan sexo con quien sea”.

La cámara delante de ellos continúa grabando hasta que el reportero a su costado ordena cortar.

“Muy bien chicos. Excelentes declaraciones. Solo una pregunta: ¿ese Darío Echenique no es el mismo modelo que tenía algo con este otro chico, el jugador de fútbol? ¿Cómo se llama?”

Rico y Pepe se miran con cierto susto, sin saber qué decir. Entonces, alguien desde el fondo sale en su auxilio: Alberto Madero.

“Perfecto, chicos. Alístense para las tomas de apoyo”.

Los dos modelos van al fondo de la sala y comienzan a desnudarse. Se trata de la casa abandonada que Rico había estado acondicionando todos estos meses.

“¿Tú sabes, Beto, cómo se llama ese muchacho de quien se dice tuvo una relación con el tal Echenique?”

“Ni idea. Mas bien, terminamos estas tomas y les doy su cheque a ambos”.

“¡Leo Pérez!”, reacciona el reportero. “Tú eres su productor, ¿cierto? ¿Sabes algo sobre el tema?”

“Sí, soy su productor, pero en su vida sentimental no me meto, así que tú tendrás que preguntárselo directamente”.

“¿Iremos a tu oficina por los cheques?”

“No. Terminemos de grabar acá y se los doy de inmediato”.

 


Poco antes del almuerzo, Leandro termina de negociar con un jugador de fútbol para tenerlo en uno de sus programas.

“Sí, sí, listo, a esa hora. Oye, pero dame la primicia de tu pase a Europa”.

Madero llega, entra y espera a que acabe la llamada.

“¿Nos vamos a comer?”

“Sí, Beto. Ordeno esto y salimos”.

El celular de Leandro suena.

“¡Hola! A los tiempos”.

“Hola leo. Oye, quiero consultarte algo a ver si puedes darme unas declaraciones”.

“Claro, veamos si es posible”.

“Mira… es sobre Darío Echenique”.

Leandro se incomoda:

“Mira, no tengo que declarar nada sobre ese muchacho”.

“Pero fue tu amigo”.

“Como te digo, no tengo nada que declarar sobre él”.

“Hay rumores de que…”

“Escucha: aprecio enormemente tu interés y tu trabajo, pero mientras no sean declaraciones sobre el programa de televisión, la verdad es que declino hablar. ¿Me entiendes?”

“De acuerdo; pero si un día…”

“Te tendré cualquier primicia. Hablamos”.

Leandro cuelga la llamada.

“¿Quién era?”, finge Madero.

“Tu amigo del programa de espectáculos”.

“¿Qué quiere?”

“Hablar sobre Darío, y la verdad no pienso decir nada sobre él”.

“¿Y por qué, Leo?”

“Por simple respeto, Beto. ¿Para qué voy a hacer leña del árbol caído?”

“No será que aún guardas… tú sabes… cariño por él?”

“Lo estimo como estimo a todo el mundo, pero… es solo un recuerdo. Ya te dije que ahora estoy en otro nivel, tenemos responsabilidades, proyectos, y por fin yo tomo el control de las cosas… Algo que Darío nunca entendió. Por eso me alejé de él”.

Madero hace un gesto indiferente y sale:

“No te demores que tengo hambre”.

Leandro sonríe.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario