martes, 8 de noviembre de 2022

El precio de Leandro 12.2: Deja a tu novia


Simultáneamente, surge un nuevo proyecto que a Leandro le lleva a renegociar sus condiciones de trabajo, en las que habría un medio tiempo fijo, con horario de entrada y salida, y la otra mitad con un horario muy flexible que le permita entrenar y jugar por el San Lázaro esa temporada, ganando más dinero. Mes y medio después, Sparking advertising lanza un programa de una hora para el canal de deportes por cable, Línea Blanca con Leo Pérez, un espacio dinámico de entrevistas y juegos con futbolistas de primera división, en la que el atractivo es ver al conductor apostando pataditas o cabecitas con el invitado de la semana. Claro, cuando Leandro pierde, paga la producción. El estreno es un éxito, en gran parte por el carisma del muchacho y una exhaustiva campaña en prensa radial, televisiva, escrita e interactiva, lo que le lleva a ser convocado como modelo para la colección de otoño e invierno de Lawrence’s bajo la dirección de Roberth Peña, quien ahora pasa poco tiempo en el país. Durante la sesión, todo el mundo está atento al encuentro entre Darío y Leandro, cosa que nunca llega a ocurrir; de hecho, ni siquiera coinciden en los turnos para posar. Además, el supermodelo está concentrado en apoyar a Pepe para el campeonato de fisicoculturismo que se realiza en el norte del país, y a última hora a Mauricio, quien ya va postergando su matrimonio por tercera vez.

“No me siento listo”, repite. “eso es todo”.

Lo que quizás el técnico en informática no se atreve a admitir es que la postergación y el auspicio están directamente relacionados con el hecho de que poco a poco se va metiendo en la cama de Darío.

“No sé si lo llegue a satisfacer, Pepe: el es hombre, yo también”.

“ésa es la parte superficial, mi querido Mau. Mejor piensa en que él tiene billete, tú no”.

“¿Y… no importa que no la tenga… grande?”

“Mímalo. Ese huevón anda sediento de cariño más que otra cosa”.

Eventualmente, los tres comparten el mismo espacio, y esas son malas noticias para el moreno, puesto que mientras suele recriminar a Darío duramente y por casi todo, Mauricio hace lo totalmente opuesto: le da la razón en todo. Y lo que parecía ser una triple armonía se transforma en una rivalidad que el supermodelo termina zanjando:

“¿Sabes qué, Pepe? Me estás queriendo invertir los papeles, porque hasta el año pasado me acusabas de querer controlar la vida de todo el mundo, y ahora tú quieres controlar la mía”.

“Por Dios, Dary. No quiero controlarte nada, solo quiero que entres en razón”.

“No eres mi padre; no eres nadie para tomarte esas atribuciones. Mira a Mauricio, que prefiere llevar la fiesta en paz”.

Justo esa noche, a fines de mayo, Darío celebra su cumpleaños veintiséis.

“¿Sabes qué?”, le dice a Mauricio. “No voy a lamentarme porque se va; que se vaya entonces. Tú me acompañarás a celebrar”.

“¿Dónde?”

“Ya veremos”.

Y olvidando su compromiso de no probar una gota de alcohol, se reencuentra con un viejo conocido… el vodka.

“Tómate un puto vaso”, le pide a Mauricio, mientrasfestejan en una discoteca no muy lejos de la Torre, la misma para la que había llamado modelos nueve meses antes.

“Sabes que no bebo, Darío; pero te acompaño con algo suave”.

“Pide lo que te dé la puta gana que yo lo pago”, le replica evidentemente ebrio.

Entonces, cuando Darío da otro sorbo, algo llama su atención al fondo: una pareja. Las luces intermitentes le causan cierto esfuerzo, pero al destellar una ráfaga blanca, no tiene dudas. Se pone de pie.

“¿A dónde vas?”, se alarma Mauricio.

“Espérame aquí”.

Leandro y Cintia se besan tiernamente en una mesa cuando los interrumpe un palmazo  sobre el tablero.

“¡Hola chicos!”, alguien les saluda sarcásticamente.

“¡Darío!”, reacciona Leandro.

“Hola”, dice Cintia.

“Felicitaciones por el noviazgo, amigos”, continúa el supermodelo, ebrio y en tono irónico. “Y felicitaciones por tu programita de televisión, Leo. Viendo los créditos, ya entiendo que buscaste el éxito con otro pobre y triste infeliz que no fui yo”.

Leandro se pone de pie y se acerca a Darío con cierto disimulo:

“Por favor, no hagas tus escenas aquí”, le dice en la oreja.

“¿Qué temes? ¿Que ella lo sepa o ya se lo confesaste?”

“Darío, por favor”.

“Te amo, Leo”, se arrima el borracho y disimuladamente le agarra el paquete, a lo que el futbolista reacciona empujándolo con violencia. Darío pierde el equilibrio y cae al suelo. Pronto, llegan los agentes de seguridad y se interponen entre ambos.

“Tranquilo, amigo”, dice Leandro a uno de ellos. “Mi novia y yo nos vamos”.

Se acerca a Cintia, la toma de un brazo:

“¿qué pasa, Leo”.

“Darío está con los diablos azules y hablando tonterías. ¿Vamos a otro lugar?”

Cintia se pone de pie y sale detrás del futbolista escoltada por uno de los guardias de seguridad. Darío intenta abalanzarse pero otro efectivo lo detiene.

“¡Cúidate Cintia!”, grita como loco. “¡En nuestro mundo, todo son apariencias, amiga! ¡Leo, que Madero no termine botándote como a Elías!”

 


Toda esa semana, Leandro revisa compulsivamente cuanto periódico, revista, sitio web, programa de televisión, en fin, cualquier medio que diga una sola palabra sobre el incidente de la discoteca. Justo Línea Blanca con Leo Pérez acaba de cerrar un patrocinio exclusivo con Fabed, una marca de electrodomésticos para el hogar, y lo que menos necesita a esas alturas es un escándalo. Al inicio del proyecto, Sparking había contratado a un hacker cuya función fue hallar toda referencia a los desnudos del futbolista que pudieran estar desperdigados por la red y gestionar su borrado o bloqueo. Suda frío cuando halla la historia ya publicada, pero en todas nota algo raro: se menciona la discoteca, se menciona un incidente, se menciona a Darío, pero no hay una sola línea ni sílaba sobre él, Cintia, o algo que los relacione. Como si nunca hubiesen estado ahí. Incluso, en las redes sociales no hay un comentario al respecto. Ésas son buenas noticias para el programa de televisión, pero malas para Darío, cuyas borracheras pasan a ser tópico de ciertos programas de chismes en la televisión y los servidores de video, lo que obliga a la cabeza de la Corporación Echenique a dar otro mes de descanso a su hijo, pero bien al sur del continente, entre grandes coníferas y nevados volcanes a punto de estallar. Esta vez la terapia será convivir con cierto pueblo originario ninguneado por una sociedad que, en apariencia, pudiera estar en Europa o el Asia Insular, pero que en la realidad se encuentra tan mal o quizás peor que sus vecinos en tierra firme. Tal lejanía permite celebrar los veinte años de Leandro con cierta tranquilidad en un restaurante campestre con la madre, la novia, el mejor amigo, algunos familiares cercanos (“para que se muerdan de envidia”), el personal de Sparking, todo el plantel dirigencial y deportivo del San Lázaro y diez fanáticos del programa de televisión quienes ganaron un pase mediante un sorteo en redes sociales. La prensa comenta el hecho favorablemente durante una semana entera.

 


Darío regresa a duras penas para presentarse como modelo del catálogo de primavera en Lawrence’s, pero los directivos le dan largas y finalmente le dicen que, por esa temporada, prescindirán de su imagen. Mauricio trata de que su ex patrocinador regrese al fisicoculturismo, con relativo éxito. Aunque, en realidad, lo que quiere es ahorrarse mucho dinero en gimnasio y suplementos.

“Te propongo algo”, le dice Darío una de esas noches en que ambos duermen juntos. “Olvídate de tu noviazgo, olvídate de andarte buscando trabajitos de técnico por aquí y por allá, olvídate de vender computadoras, programas y esas huevadas, y se mi pareja”.

Mauricio traga saliva.

“¿Terminar con mi novia?”

“Tómalo o déjalo, Mau. En la vida, si quieres triunfar, o apuestas todo, o no ganas nada. Y yo no estoy dispuesto a comprar tus caricias por separado”.

El ffisicoculturista revisa toda su vida en tres minutos…

“Me hago tu pareja, Darío”.

“Elegiste bien”, sonríe el supermodelo. “Mañana veremos algo que te guste; pero eso sí: si me traicionas como todos los chicos que han estado a mi lado, te cagas conmigo… y tú sabes que tengo recursos para joderte toda la vida, si quiero”.

A la mañana siguiente, Mauricio obtiene su primera motocicleta de doscientos cincuenta centímetros cúbicos. ¿Y sobre la amenaza? Pierde cuidado. La laptop de Darío es más libro abierto de lo que el supermodelo piensa.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario