miércoles, 23 de noviembre de 2022

el precio de Leandro 14.3: Persecución


A mitad de esa semana, a vísperas de cumplirse dos desde la última vez que se supo algo de Roberth, Rico va manejando su auto por una atestada avenida del centro a las siete y media de la noche, cuando nota mediante el retrovisor que dos personas en una motocicleta manejan por un carril incorrecto, justo de su lado. El conductor del vehículo parece muy fornido.

“Estos hijos de papá creen que las pistas les pertenecen”, se dice mientras una salsa suena en el equipo de sonido.

Dobla hacia una calle a la derecha, y nota que los dos sujetos siguen tras él en el mismo lado. Su sentido de alerta se activa. Busca espacios libres y maniobra el auto para ponerse en un lugar que considere más seguro.

“¿Por qué mierda no van a derecha?”

Coge su celular, mira a la pista, busca una aplicación, mira al retrovisor.

“Puto GPS, actívate”.

Mira la pantalla: hay una esperanza. Violando la regla de no adelantar, acelera un poco, dobla a la derecha por una calle más estrecha, se quita el cinturón y se estaciona frente a una comisaría. Baja corriendo y entra al precinto, muy azorado:

“Quiero denunciar que alguien me está siguiendo”, dice al policía que casi lo detiene en la entrada.

El efectivo lo reconoce:

“Adelante, señor”.

Rico repite el relato frente  a un segundo policía que toma la denuncia.

“Vamos por partes, señor. Su nombre… real, por favor”.

“Luis Ricardo Durán Rodríguez”.

“edad… real, señor”.

“Veinticuatro”.

“¿Documento de identidad?”

“Estoy tramitando mi carnet de extranjería”.

El policía ingresa los datos en una computadora.

“¿Profesión u ocupación?”

“Modelo”.

“¿Porno?”, sonríe irónico el policía.

El celular de Rico comienza a vibrar, lo saca. Es un alerta de mensaje, pero la ignora.

“Entonces, cuénteme qué pasó”.

“Le acabo de decir que dos sujetos venían siguiéndome en una moto. Iban por un carril prohibido. Vestían traje anti-abrasiones y cascos cerrados”.

“¿Cómo puede asegurar que lo seguían? ¿Pudo identificar a alguno de los sujetos?”

“La verdad no, le soy honesto; pero por la apariencia, uno de ellos podría ser Darío Echenique”.

El policía resopla y se recuesta en el respaldo de su silla:

“Señor… Durán: entenderá que no puedo basarme en… suposiciones”.

“Pero usted me está preguntando…”

“Además, señor, ¿qué no me dice que esto no es más que una maniobra publicitaria, de las que ustedes acostumbran hacer?”

Rico siente que no tiene futuro en esa comisaría:

“Gracias, oficial. Perdone que le haya quitado tiempo”.

Mientras sale, revisa el mensaje que le había entrado. Un muchacho de hermoso cuerpo musculado, desnudo, aparece en su pantalla.

“¿Y ése quién es?”, le pregunta alguien a su costado.

Rico se asusta: es el policía que lo recibió en la puerta.

“Ni idea”, le dice.

“¿Aún estás haciendo audiciones?”, le consulta el uniformado, con disimulo.

“Sí. ¿Conoces a alguien mayor de edad, así como ese chico?”

“Creo que sí. ¿Puedes darme tu número?”

 


Al salir de la comisaría, Rico llama al aspirante a modelo que lo ha contactado. Quedan en encontrarse en un parque a media hora conduciendo, donde va a recogerlo. Mira a ambos lados y da un gran rodeo en la ruta fijándose en los retrovisores, de forma compulsiva. Nadie lo sigue ahora. ¿Pudo ser simple susto? Llega con diez minutos de retraso debido al tráfico, baja de su auto y comienza a caminar por una de las veredas interiores hasta que vea un chico solitario, muy parecido al que vio desnudo en la foto que le enviaron.

“¿Mauricio?”, pregunta Rico.

“Sí”, le contesta el muchacho, sin ocultar sus nervios. “Hola”.

El productor de videos porno se sienta a su costado.

“Respira, Mauricio. Todo va a estar bien”.

Rico pone su mano izquierda en el enorme y firme muslo derecho del aspirante.

“¿es la primera vez que haces casting?”

“Sí. ¿Cuánto tiempo demorará?”

“Media hora, una hora. Depende. ¿Cuántos años tienes?”

“Veinti… cuatro”.

“La edad que me dijiste por mensaje. ¿Te parece si vamos a donde te haré la audición? Tengo el auto cerca”.

“Claro”, le responde Mauricio, todavía nervioso.

Ambos se ponen de pie y comienzan a caminar por la vereda. A los lados el follaje está alto y el alumbrado público no es muy potente. No dan ni cinco pasos cuando algo suena del lado de Mauricio, quien se aleja. Al reaccionar Rico, ve que Darío se le acerca vestido con un traje anti-abrasiones y le apunta con una pistola. Un disparo suena, ahogado por el tráfico circundante. De inmediato, dos personas fugan a toda velocidad montadas en una motocicleta. 

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