lunes, 7 de noviembre de 2022

el precio de Leandro 12.1: Me estoy volviendo versátil


Darío sale de circulación por un mes. Por primera vez en muchos años, su padre le da cara, aunque sea para enviarlo a una clínica cerca de Vancouver, donde recibe terapia y algo de medicina alternativa. Cuando regresa a la Torre Echenique, encuentra a Pepe como administrador.

“Tu papá consideró que era el elemento más confiable, y, tratándose de ti, no pude negarme”, le explica.

Darío no quiere contradecir a nadie. En la clínica le repitieron mil y una veces el verbo “to release”, mil y una vez “to set free”, otro tantos “to take easy”, y para variar “to heal”. Pepe le entrega las cuentas de esos treinta y tantos días, pero Darío casi no revisa el detalle:

“Gracias. Hiciste bien en aceptar”.

“Por nada. Cuando necesites un amigo, aquí me tienes. Ahora tú te quedas a cargo y yo regresaré a lo mío”.

Darío piensa un par de segundos:

“no. Quédate. Aún te necesito”.

Desde esa mañana, ambos comparten la administración de la torre, las tareas en el penthouse y hasta la cama. El plan de Pepe para su amigo es simple y saludable: ejercicio. Poco a poco, va metiéndolo en el mundo del fisicoculturismo, al punto que cuando dos meses después Darío establece DE Management, su propia firma de representación para talentos, Pepe pasa a ser uno de los fichados. Casi al mismo tiempo también registra DE Real estate para aislar la administración de la Torre, dos fincas camino a la sierra y una casa de playa que su familia posee. Ni una palabra sobre la promesa de venganza que se hizo; no al menos que lo hubiese mencionado.

 


Por esos mismos días, el San Lázaro se queda a dos escasos puntos de ascender a primera división. Leandro está muy disconforme, y comienza a planificar una escuela de verano para futbolistas mientras espera el reinicio de la temporada al año siguiente; pero, cuando está en plenos preparativos, Alberto Madero decide adelantarle su regalo navideño: un contrato de tiempo completo como asistente administrativo en Sparking Advertising.

“Pero, ¿y el equipo?”, duda el futbolista.

“Cuando comience la temporada, lo decidirás”, le responde su jefe guiñando un ojo.

 


Ya un par de semanas antes se había lanzado el comercial que se filmó en Playa Norte tanto en la señal abierta como los canales de paga y servidores de video en línea… en todo el continente. Leandro no es consciente de lo que eso significa hasta que comienza a frecuentar lugares públicos donde antes pasaba como un chico guapo pero no tan conocido, a ser el “tú eres el del catálogo” o “tú eres el del comercial”; quizás un “te vi en Época Semanal” seguido de una especie de escaneo que suele terminar en sus nalgas.

“Menos mal que aún no detectan que también soy el chico del videoclip, porque ahí sí mi madre me cuelga de los huevos”, le comenta a Rico cuando van a comprar lo necesario para cenar en Nochebuena.

“Si no me reconocen a mí, peor van a reconocerte a ti, hermano”, le responde el muchacho.

Por supuesto que mucho contribuye el silencio pagado y bajo advertencia de Luna Estrella. “Tienes cuentas no muy claras con Impuestos”, le dijo una voz en el teléfono, “así que lo mejor será que sigas instrucciones”.

Aunque siempre existe cierto margen de error, como les pasa a Leandro y Rico cuando una semana después están tomando sol en Playa Norte justo a vísperas de Año Nuevo, y notan que dos chicas cuchichean. Las miran y les sonríen hasta que se les acercan y les preguntan de frente por el videoclip. Ambos chicos solo se sonríen mientras no muy lejos, Cintia mira la escena.

“¿Cuándo Leíto te dará tu lugar, hijita?”, reniega Adela, bajo un enorme sombrero y gafas oscuras.

“Son solo admiradoras, doña”, minimiza la chica. Aunque súbitamente, unas dos semanas después, Leandro se le declara, y ella casi termina desvanecida.

“Perfecto”, califica Madero. “Si vas a estar en este medio y la gente te ve sin pareja, te seguirá relacionando con Echenique, y… no es buena referencia”.

“¿Aunque no sienta nada?”, replica Leandro.

“Recuerda que en el mundo de la publicidad, lo cierto es falso y lo falso es cierto”, sentencia su jefe, mientras descansa a su lado tras uno de tantos encuentros secretos en el Condominio Las Flores, como corolario a la fiesta de cumpleaños del director creativo: treinta y seis velas había soplado. “La gente cree con facilidad lo fantástico, y nunca da por cierto lo real”.

“Lo real es que me estoy convirtiendo en versátil”, remata el chico.

“¿Y lo fantástico?”

“Que no lo hago nada mal”.

 

“Entonces quédate con él”. 

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