Luego de recibir el Año Nuevo con algunos patas de mi chamba, decidí quitarme como a las cuatro de la mañana, porque quería ordenar un poco mi cuarto.
Salí a buscar un taxi o una moto y no encontré ni mierda, así que caminé hasta que hallara algo.
Iba caminando, cuando en una puerta estaba un pata parado. Vestía polo y short.
- Feliz año Nuevo-, le dije.
- Feliz Año Nuevo. ¿Terminó la fiesta?
La frase, evidentemente, buscaba romper el hielo.
-No. Todavía no, sino que tengo que hacer.
- Ah. Entiendo.
- ¿Y tú no fuiste a ningún lado?
- Ya regresé. Y me traje esto.
Se metió un segundo y sacó una botella de whisky medio llena.
- Uy. ¿Y qué harás con ella?
- Solito no me la acabaré… ¿Salud?
- Ya pues.
- ¡Entra!
Pasé la puerta hacia un cuarto pequeño donde había una cama, una cómoda y una mesita de noche. El pata se inclinó a sacar una botellita de agua mineral, unos vasos descartables, y me invitó a sentarme.
Como el short era de tela delgada, y al inclinarse no se le marcaba nada, pensé que debajo estaba sin ropa interior. Ah, dije yo, éste quiere algo más.
Me alcanzó las botellas y los vasos.
- No será en las rocas, pero peor es nada.
- Oye. Cierra tu puerta. Se puede meter alguien.
- Pero nos dará calor.
- Este barrio no es tranquilo.
Se levantó a cerrarla. Efectivamente, el calor comenzó a aumentar, pero me sentía más seguro.
Cada quien fue mezclando el trago a como mejor le parecía. Comenzamos a charlar.
Yo soy un profesional de 32 años, que trabajo en administración.
El pata tiene 22, estudia y trabaja, y como no es de Piura, alquila ahí.
Puso música de su celular, y me vacilaba porque era rock noventero.
No fue lo único que teníamos en común. Nos vacilan varios programas de televisión, equipos de fútbol, y hasta compartimos una afición: el gimnasio.
- ¿Hace cuánto vas?-, me preguntó.
- Ufff. Desde que tenía 15.
- O sea, tienes buen físico.
- Ahí se hace lo que se puede. ¿y tú?
- Yo apenas un año, pero no seguido.
- Pero se te nota el pecho marcado, y las piernas también, anchas y marcadas.
- Pero no me veo bien.
- ¿Por qué dices eso?
- Es que hay otros patas que sí tienen cuerpazo.
- A ver, párate.
Él me hizo caso, pero no pude darle mi veredicto porque su ropa era ancha. Se lo hice notar.
- Mmmm… ya sé qué hacer.
Se quitó el polo y el short. Yo me quedé en una pieza, porque no me esperaba que tuviera un físico armonioso y lindo, y… porque no usaba calzoncillo… es decir, sí tenía ropa interior, pero no lo usual.
Vestía un hilo dental negro.
Me puse saltón primero, y luego, no sé de dónde, arrecho.
- ¿qué te parece?
- Estás en forma. ¿De qué te quejas?
- Tú debes tener mejor cuerpo que yo.
- Ahí vamos. ¿quieres ver?
- A ver.
Me quité la camisa, luego mi jean, y me quedé en mi boxer amarillo.
- ¡Mierda. Es que tú tienes más años entrenando.
- Pero tampoco voy todos los días.
- Pero se nota firme.
- Algo, ni tanto. Si quieres toca.
Él lo hizo. Comenzó a presionarme el pecho, los brazos, el abdómen, los muslos… los glúteos… y… mi verga.
- Todo está firme, incluso ésta.
- También la ejercito cuando puedo.
- ¿Y desde cuándo no la has entrenado?
- Desde el año pasado.
- Se puede poner flácida.
- Eso depende de si alguien puede ponerla flácida.
- ¿Puedo intentarlo yo?
- Claro. Dale su Feliz año.
El pata se arrodilló. Me bajó el boxer y comenzó a manosearla hasta que se la llevó a la boca. No la tengo grande, sólo 15 o 16 centímetros, pero sí es cabezona, como la de ese culturista de Chiclayo que posó calato, y que sus fotos están en este blog.
El hecho es que me la comenzó a chupar, y a tragársela toda.
En un momento dado, le regué unas gotitas de mi whisky para que me la siga chupando. De ahí me succionó las bolas, mientras con sus manos me acariciaba las piernas y mis nalgas.
Sentí que se me venía la leche, así que lo separé de mi boca, hice que se levantara, y le pedí que se pusiera en cuatro sobre su cama.
La tira de su hilo dental estaba hundida entre sus nalgas. Se lo bajé, puse mi vaso sobre su raja, y despacito fui dejando caer mi trago, el que tomaba mientras le hacía un beso negro. Su culo estaba dilatadazo, tanto que mi lengua entraba como si nada.
Estuve así un par de minutos, hasta que me pidió que le meta el huevo.
Saqué un condón que tenía en caso de emergencia, me lo puse, y se la empujé.
El pata se retorció de dolor al inicio, pero me la aguantó . yo aproveché para acariciarle la espalda, las nalgas, para besarlo en el cuello y la espalda. Entonces él comenzó a agitarse, haciendo que a veces mi pinga se le saliera y volviera a entrar.
De ahí se acostó boca arriba, se agarró las piernas y levantó el culo. Se la clavé entonces, y comencé a moberme como chibolo bailando reggaeton. Yo estaba parado sobre el piso.
Él seguía gimiendo, y pidiendo que se la meta más y más rápido.
Ya no pude evitar que se me viniera la leche. Saqué mi pinga, me quité el condón, y las di sobre él. Él también se la estaba corriendo, de tal modo que mi leche y la suya se mezclaron.
Yo estaba sudando como mierda.
Menos mal que me prestó su baño para lavarme, y así calatos, nos acabamos el trago.
Antes de quitarme, me prestóun condón, y la hicimos en perrito.
Le di mi leche en su espalda.
Otra lavada, pero ahora sí, dije basta. El whisky se había acabado.
Me vestí, me despedí. Justo en la puerta de su cuarto, un panadero pasaba y me miraba pendejamente. Ah, mierda, este ya tiene su “clientela”, me dije. No. No piensen mal. Con los mismos 50 soles que salí de la casa de mis amigos, fui a dar a la mía.
Eran como las siete de la mañana.
Lo he querido ubicar estos días para cachármelo de nuevo, pero me olvidé de un detalle: no intercambiamos teléfonos.
Bueno, dicen que el amarillo da buena suerte, pero tampoco, tampoco, ¿no?
© 2012 Hunks of Piura Entertainment. Siempre practica sexo seguro.
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