Santos busca el
baño y de pronto se le cae la toalla, quedando totalmente desnudo frente a
David y, especialmente, Alberto.
“Bienvenido”,
dice Alberto, abriendo una puerta.
Santos ingresa y
por un momento olvida que la sensación térmica es mayor a la que sentía en
Lima: la cama arreglada, la pintura nueva, el resplandor de la tarde entrando,
el letrero de bienvenida bajo el crucifijo colgado en la pared.
“Gracias”,
susurra emocionado.
De reojo, Alberto
baja la mirada hacia el culo bien formado del novicio. Se pregunta si el Padre
Provincial lo mandó como prueba o como aliado.
“Desempaca y
ponte cómodo: ya vamos a almorzar”, avisa el cura.
Santos sonríe,
cierra la puerta. Alberto se queda salivando y al girar se encuentra de pechito
con David, quien lo agarra de su musculoso brazo y lo jala hacia la sala de la
casa parroquial.
“Santos es uno de
los mejores pibes que tiene el noviciado, che: solo te pido que lo mantengas
alejado de esos chicos del gym porque tú y yo sabemos que no son buena
influencia”.
“Mira, David, yo
no moveré un dedo ni por acercarlo ni por alejarlo; asumo que el Padre
Provincial ya lo mandó con una agenda, así que… se haga su voluntad y no la
mía”.
“No le he dicho
nada al Padre Provincial de lo que pasa realmente en ese gimnasio… tú me tenés
en tus manos, yo te ttengo en las mías… pero Santos está limpio, así que
llevemos la fiesta en paz, ¿entendés?”.
“La paz será con
nosotros, Padre David”.
Alberto se acerca
a David y le da un abrazo hipócrita. Al fondo, Santos sale con una toalla
anudada a la cintura avanzando por el pasadizo.
“Perdonen, dónde
está exactamente el baño”.
Alberto y David
le indican con el dedo. Santos sonríe agradecido y al girar sucede lo
inesperado: la toalla se desata y cae al suelo. El culo velludo y bien formado
del novicio queda frente a los dos consagrados.
Alberto siente
cómo su verga se pone dura dentro de su pantalón y comienza a mojarle el bóxer.
Durante la tarde,
el párroco está arreglando su dormitorio cuando tocan a su puerta: es Santos.
Alberto lo hace pasar.
“Padre, me
contaron en Lima que usted tiene un proyecto muy interesante con jóvenes de San
Sebastián… los ases”.
Alberto mira al
chico vestido solo en una camiseta manga cero, unos shorts de tela sintética y
sandalias. Su escultural cuerpo es escandalosamente evidente, un modelo digno
de fresco rrenacentista. Perfecto.
“As. Es correcto,
Santos. ¿te interesa el proyecto?”
“A decir verdad…
me gustaría entrenar en ese gimnasio, pero… no sé si por ser novicio…?
Alberto sonríe:
“No, para nada, Santos. Puedes entrenar cuando quieras según tus horarios. Y…
por lo visto, entrenas mucho y bien”.
El chico se
sonroja un poco: “Siempre me gustó la musculación, desde que era un chaval de
14 o 15 años… Ya llevo 8 años en entreno”.
“Pues, yo igual,
desde que era un chavo de esa edad. Ya voy a cumplir 20 años dándole a las
pesas y las barras”.
“¿tanto? Usted
luce muy joven. Bueno. Sí me había dado cuenta que usted es bien cachas, ¿no?
Pero yo pensé que usted era más joven”.
“Tú también luces
joven”, ssonríe Alberto.
es obvio que
ambos están más relajados ahora.
“¿Y cómo evalúa
mi físico, Padre?”, al fin lanza Santos.
Alberto para en
seco: ¿es una pregunta inocente, es una trampa del Padre Provincial o es la
puerta a algo más?
“Yo te veo bien”,
responde procurando seguridad.
“Así, a ojo de
buen cubero?”.
Alberto sonríe de
nuevo, camina hacia Santos y se para a pocos centímetros de sus ojos verdes.
“Hablemos con
franqueza: ¿qué sabes de mí, qué esperas que haga yo, qué te dijeron que debías
lograr?”
Santos se
sorprende y traga saliva: ”No-no entiendo, padre… ¿Insinúa que yo vine a
tenderle una celada o algo así?”
“No insinúo,
Santos. Me encuero ahora mismo si no es verdad”.
“Pues, ha de
quedarse en pelotas”, sonríe Santos, “porque yo no soy un complotador ni nada
por el estilo. Es más…”
Sin que se lo
pidan, el novicio se quita la Camiseta manga cero y el short. Queda totalmente
desnudo. Alberto nuevamente se queda sorprendido: su verga vuelve a ponerse
erecta bajo su bermuda.
“Noté que me deseabas
con tu mirada cuando se me cayó la toalla, Padre”. Entonces, Santos, sin
permiso alguno, agarra el paquete de Alberto. “Este empalmamiento confirma mis
sospechas”.
“¿Cuáles?”
“Que te gusta
follar… igual que a mí”.
Como si se
tratara de una devoción, Santos se arrodilla sin soltar el paquete duro de
Alberto, le baja el short (el Padre tampoco viste ropa interior) y con el pene
duro y lubricando frente a sus labios, lo siguiente será sentir cómo la boca
húmeda y caliente del novicio se traga el ssable.
“Así, Santitos,
mámate mi verga… hasta adentro, mámala toda”.
Alberto termina
de quedarse desnudo. Lo siguiente será poner en cuatro patas a Santos sobre su
cama, abrir sus nalgas velludas, y tras besarlas, saborear ese hermoso ano
rosado y cerradito.
“Fóllame, Padre.
Méteme tu polla”.
Sin perder la
pose, Alberto aprovecha la lubricación natural de su pene para ir metiendo poco
a poco su masculinidad en ese glorioso hoyo. A santos le gusta. ¿es pecado la
sodomía cuando dos varones consienten usarla como camino a la felicidad y el
placer? A la mierda lo que piense el resto: esto sí es vida.
“Me vengo, me
vengo”, anuncia Alberto.
“Córrete dentro
de mi culo, Padre”.
Alberto,
efectivamente, preña a Santos. Cierra los ojos. Se siente extrañadamente
rendido y cae sobre la cama. Entonces unos toques en la puerta lo ponen en
alerta mientras termina de jadear. Abre los ojos. ¿Dónde está Santos? Se mira a
sí mismo. Sigue desnudo tendido sobre su cama y con su pene erecto y
lubricando. Siguen los toques. Se levanta, busca una toalla, se cubre la
erección, abre la puerta.
Es Ssantos, quien se queda sorprendido al ver
al párroco totalmente desnudo, cubriéndose el pene erecto con la toalla:
“Di-dice el Padre
David que dónde dejó la casulla para la eucaristía de hoy”.
Y para terminar,te dejamos con un video porno gay.
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