jueves, 25 de agosto de 2022

Ser Rafael 3.5: La pinga del Tuco


Casi a las tres de la mañana, el envase se terminó al fin.

Mi cabeza estaba apoyada en el hombro de Josué, pero dando vueltas.

“¿Quieres que te deje durmiendo, Rafo?”

“No te vayas. Es tardísimo. ¿Por qué no te quedas a jatear acá?”

“¿En el sofá?”

“No. En mi cuarto”.

“¡Vamos?”

Nos levantamos tambaleando. Apagué las luces de la sala. Nos abrazamos y nos fuimos al dormitorio.

Senté a Josué en mi cama. Busqué en mi armario y saqué una sábana. También rescaté un cojín, y abrí la puerta.

“Buenas noches, Tuco. Que descanses”.

“¿A dónde mierda crees que vas?”

“A la sala. Dormiré en el sofá”.

Josué se levantó, me quitó la sábana y el cojín, me tomó de las muñecas, y me sentó a su lado.

“Compartamos la cama”.

Lo miré, sonreí levemente.

“No te quejes si te pateo”.

Cada quien se desvistió hasta quedarse en ropa interior. Yo en bóxer; él en bikini. Apagué la luz.

Al colocarme en mi mitad de la cama, fue difícil evitar el roce con su suave piel.

Estábamos frente a frente.

“Josué, gracias por escucharme”.

“No tienes por qué”.

Así acostados, nos abrazamos fuertemente. Nos quedamos dormidos.

Pasadas las seis, me desperté con la necesidad de orinar.

Mientras regresaba a la consciencia, sentí un bulto duro rozando mi bulto duro.

Me deshice del abrazo remanente de la madrugada para no despertarlo. Bajé sigilosamente de ahí.

Cuando regresé del baño, lo vi acostado, con su cuerpo esculpido y su miembro erecto intentando escapar de su calzoncillo.

La imagen me dio ganas de muchas cosas…

Por eso, agarré mi sábana, mi cojín y mi celular. Fui al sofá de mi sala a terminar de dormir.

    

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