martes, 30 de agosto de 2022

El precio de Leandro 3.4: Una paciente, una clienta


La consulta de Adela tiene algún progreso, aunque no tan notable como la doctora Barreto querría. Cuando la paciente está vestida otra vez, se sienta frente a la profesional.

“¿Estás tomando tu medicamento, Adela?”

“Sí, doctora, pero luego que tomo el de la noche siento mucho sueño”.

Barreto revisa la historia:

“Te voy a pedir algunos análisis, solo para verificar algunas cosas; nada de qué preocuparnos por ahora”.

Adela asiente mientras ve cómo le escriben la receta.

“¿Tu hijo te sigue apoyando, Adela?”

“Sí”, sonríe la madre. “Ese muchacho está pendiente de mí todo el tiempo”.

“Excelente”, califica la ginecóloga mientras termina de escribir la receta.

“Doctora… ¿cuánto le debemos”

“Ehhh, Adela, ehhh, yo… yo me arreglo con Leandro, tú tranquila”, sonríe Barreto.

Adela prefiere no seguir preguntando, tampoco quiere imaginar lo que está imaginando.

 


Esa tarde, Leandro regresa a la Torre Echenique, pero esta vez solo. Apenas se abre la puerta del ascensor…

“¡Hola Leandro!”

… Desde el estacionamiento del sótano sube la novia para la que había modelado el domingo vestido como el novio que nunca querría ser y a la que había satisfecho no solo mostrándose desnudo, en su departamento, sino acostándose con ella a vista y placer de su novio de verdad. Leandro traga saliva.

“¿Qué pasó?”, pregunta la chica.

“Nada, venía a… venía a ver a alguien”.

“¿Será a mí?”

“Ehhh, si quieres, puedo pasar, pero sería más tarde… tú sabes, tengo una diligencia…”

La novia se sonríe al escuchar las justificaciones de Leandro, así que decide cortarlas robándole un beso y apretando con cuidado el paquete bajo la ropa deportiva.

“Yo te espero igual”, le susurra.

En ese momento, se abre la puerta del ascensor, y Leandro siente como si el aparato se hubiera descolgado al vacío. Para su buena suerte, es solo el pasillo vacío. Quizás alguien que pidió el aparato y se cansó de esperarlo.

 

    

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