martes, 16 de agosto de 2022

el precio de Leandro 1.5: hagamos un trío


el resto de la sesión fue turnarse con el novio sobre el sofá cama para acostarse sobre la novia, quien recibía a cada hombre con los ojos cerrados y la boca abierta a compás de un gemido discreto y dulce. Posteriormente, probarían a penetrarla al mismo tiempo, pero sin ponerle la violencia que se vende en ciertas piezas pornográficas. Lo que hacían allí tampoco dejaba nada a la imaginación pero podría decirse que calificaba como erótico. O en todo caso, que le pregunte alguien a la copa vacía que seguía inerte sobre la mesa de centro.

 


Los siguientes veinte minutos serán ccompartir la ducha y tratar de llegar al orgasmo por segunda vez. Bajo el agua, el novio tiene como pretexto perfecto al jabón para dejar que sus manos se deslicen traviesamente sobre el cuerpo de Leandro, algo que la novia nunca se dio por enterada, o que quizás no quiso darse por enterada porque su foco y razón era el modelo, el futbolista, el maniquí, el joven semental que la hacía suya otra vez y de pie sobre la mayólica blanca.

 


Cuando Leandro termina de vestirse y se dispone a dejar el departamento, el temporizador de su celular recién suena. Una hora hubiese sido suficiente, piensa. Se despide intercambiando números y siendo agradecido por encima de todo. Amable ya es.

 


Mientras baja el ascensor, no evita sacar los tres billetes de cien, y rápidamente los mete a su billetera, en el bolsillo de su mochila, donde se reúnen con otros dos de cien y cuatro de cuarenta. Éste sí que ha sido un buen domingo, se repite.


  

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