martes, 30 de agosto de 2022

El precio de Leandro 3.2: Tras Darío Echenique


Cuando Leandro baja del segundo piso tras una ducha rápida, Rico está revisando las fotografías en una laptop aparecida quién sabe de dónde:

“salieron chéveres”, califica mostrándolas.

“Oe, ¿y… qué posibilidades hay de trabajar paraRoberth Peña?”

“Todas”, sonríe Rico. “Pero, primero hay que convencerlo de que tienes potencial, y sí lo tienes: tengo estas fotos más las de tu ‘book’”.

“¿También le mostrarás las fotos ‘malcriadas’?”

“¡Por supuesto! Roberth es super mente abierta… Aunqe, ahora que sé que le entras, se me ocurre una idea más eficaz”.

 


Y el resultado  apenas si tarda una hora en producirse. Mientras Adela, Leandro y Rico almuerzan en la casa de los dos primeros, el celular del ahora visitante suena. Disculpándose, se para y va a un lado: es un mensaje instantáneo. Tras leerlo, gira sobre sus talones y sonríe a Leandro.

 


Al día siguiente, Cintia y el futbolista suben juntos tres de los diez pisos de la Torre Echenique.

“¿Estás seguro que es aquí? No veo signos de reunión”, reclama la muchahcha.

“Confía en mí”, trata de tranquilizarla.

“En ti sí confío, Leandro; en quien no confío es en ese Rico. Ni siquiera nos ha acompañado”.

“Trabaja en su taxi, ¿recuerdas?”

Llegan a la puerta marcada con el tres cero cinco. Cintia toca el timbre. Luce cara de pocos amigos. Esperan unos segundos, cuando una hermosa chica sale y abre para atenderles.

“Somos Cintia Chávez y Leandro Pérez”, explica la moza, seria.

La chica que los atiende se mete de nuevo y sale medio minuto después con papeles sujetos a una base de acrílico blanco. Parece buscar en una lista.

“Chávez… Pérez… ¡Sí! Pasen, por favor”.

Ingresan a una sala donde hay al menos una docena de chicos y chicas, cada cual más apuesto, más bella, una oda a la esbeltez. Leandro y Cintia parecen estar soñando, especialmente Leandro. En medio de tanta beldad y casi perfección que solo habían visto en avisos publicitarios y catálogos de perfumes o ropa, al fondo, está Darío Echenique, cabello castaño oscuro algo largo, rostro de ángel, labios naturalmente carnosos, cuerpo atlético como extraído de libro de arte, vestido en una sencilla camiseta y un jean delgado, ambas prendas algo ceñidas. No solo es el modelo más importante del país, sino uno de los herederos de una de las familias con mayor poder, cuyas unidades de negocio van desde los bienes raíces, las minas de cobre y oro, y algunas franquicias exclusivas. Está dirigiendo algo, pues señala a un grupo de dos chicos que lo escuchan con atención, aunque en realidad todo el mundo está atento de reojo a lo que Darío pudiera decir: con todo el poder que representa, lo peor que puede hacer alguien que tiene uno de los trabajos más eventuales del mundo es contradecirlo.

 


Una chica se acerca a Cintia:

“¿Van a participar en la presentación?”

“Sí”, responde la recién llegada, algo dubitativa.

“¿estudias, trabajas?”, arma conversación aquella muchacha.

“Estudio secretariado”, responde Cintia con mucha actitud. “¿Y tú?”

“Economía, pero este ciclo sí que ha estado fatal”, le confiesa como si se tratara de una amiga de años. “A ver si esta activación me permite pagar unas deudas”.

Leandro sigue absorto en Darío, tratando de buscarle la mirada, cuando siente un codazo. Reacciona.

“Te están preguntando si estudias”, indica Cintia.

“No”, responde Leandro, algo anonadado. “Soy futbolista”.

  

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