martes, 16 de agosto de 2022

el precio de Leandro 1.3: Tienes lindo cuerpo


La señora Ibarburu invita a que la novia y el novio examinen más de cerca el trabajo de la confección. La novia se aproxima a Cintia y casi toma de rehén a la modista preguntándole mil y un detalles, que si el tul, que si este encaje, que si el largo del velo, que si el acampanado de la falda, que si el torso encorsetado. El novio está del otro extremo de la sala con Leandro, tratando de ser más pragmático.

“Así de fácil”, le dice el modelo sacándose el saco y revelando un fajín rojo oscuro (“concho de vino”, diría la novia).

“¿seguro que sí puedes respirar con eso?”, inquiere el prometido.

“Sí, normal”, asegura Leandro.

“Pero tú eres esbelto, huevón”, se queja el novio real.

“Tú tampoco eres gordo”, devuelve el novio de muestra.

“Juegas fútbol, ¿no?”

“Sí, en el San Lázaro”, sonríe el muchacho. “¿Te gusta el fútbol?”

“No”, sonríe el novio. “Casi ni veo deportes, pero tu cara se me hacía conocida de algún sitio, y ya recuerdo de dónde”.

“¿De… dónde?”, averigua el joven, más por satisfacer su vanidad que su curiosidad.

época Semanal”, sonríe el novio, percibiendo cómo el rostro de Leandro se sonroja sin poderlo evitar. “Te dedicaron cuatro páginas de fotos”, agrega como una estocada de gracia.

“¿Las viste todas?”, trata de recuperarse el futbolista-modelo, carraspeando.

“Sí, bonitas tomas, pero… quien más las disfrutó… fue ella”, el novio hace un gesto con los ojos señalando a la novia.

“¿Y le gustaron?

“¿Por qué no lo averiguamos?”, sonríe pendejamente el cliente.

 


Media hora después, como a las seis y media de esa tarde, el novio y la novia se acercan en su auto a la Torre Echenique, un edificio residencial situado en el mismo Distrito Centro sur, un moderno desarrollo inmobiliario que tiene unos cinco años de creado, tras demoler dos viejas casonas republicanas (no sin protesta del Ministerio de Cultura). Pasan la verja de seguridad, se estacionan en el sótano y bajan… con Leandro. Lo han invitado. Mejor dicho, el novio lo invitó de forma muy subrepticia y el chico no se pudo resistir, al extremo que no le importó acudir con su calentador de deportes (calzando unas zapatillas) y su mochila, borrando cualquier atisbo del traje de etiqueta que estaba luciendo una hora antes. Los tres toman el ascensor y van hasta el piso seis.

“La Corporación Echenique es una de las más poderosas del país: desayunan plata, almuerzan plata, cenan plata, duermen bajo plata, cagan plata”, explica el novio a su manera.

“Ya”, protesta la novia. “No termines diciendo cosas que lamentes después”.

“Pero ellos deben vivir en el extranjero, ¿no?”, curiosea Leandro despreocupadamente.

“No”, contesta la novia. “Uno de los hijos del señor Echenique vive en el piso diez, en un enorme penthouse”.

Leandro no pregunta más. Sabe que en estos casos, mientras más discreto, más rentable.

  

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