jueves, 25 de agosto de 2022

Ser Rafael 3.1: La visita del Tuco


Ese sábado, como quedamos, Josué llegó a mi casa a eso de un cuarto para las diez de la noche.

Nos dimos un abrazo fuerte al saludarnos, como era nuestra costumbre desde el colegio, cuando pensamos que jamás volveríamos a vernos.

Afortunadamente, nos equivocamos

“Estos alfajores son para doña Haydeé”.

“Uy, ya fueron. Mi vieja viajó a visitar a mi tía Lucila”.

“La que vive en no se qué caserío a no se cuántas horas de aquí?”

“Ésa misma. Un tío se enfermó y por eso fue a visitarlo. Y… ¿ésto?”

Josué cargaba en una bolsa plástica dos botellas. Me las dio: una era de vino de sauco y la otra de capulí.

“Toma lo que Huancabamba produce”, me dijo sonriendo.

El vino de sauco es dulce, pasable, como para tomártelo bien conversado. Lo otro. ¡Vaya! Lo otro sí que era un tema mayor. Los frutos de capulí se maceran en aguardiente. El líquido es fuerte, pero lo que te noquea son las bayitas maceradas y empapadas de alcohol.

Descorché el vino, y el capulí lo puse en la refrigeradora.

Como Carmen se había ido a su descanso dominical, la cocina, usualmente su feudo, era totalmente mía, como el resto de la casa.

“Entonces te reconciliaste con Laura”.

Suspiré despreocupadamente.

“Sí… puede decirse que sí”.

“¿Puede decirse?”

“Nuestra relación estará a prueba por un mes. Si salimos vivos y sin rasguños, la seguimos”.

“¿Y… si no?”

“Se va todo a la mierda”.

Serví las dos primeras copas.

“Pero, Rafo, si no estás convencido, ¿por qué seguir?” 

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