lunes, 19 de diciembre de 2011

Quisiera tener valor (una carta a David del Águila)

Hola David:
Es probable que sólo sepamos uno del otro por nuestro trabajo, y que jamás nos conozcamos en persona.
La razón por la que te escribo mediante este blog es porque los productores me garantizaron confidencialidad sobre quién soy, y porque siento que hay muchas conexiones contigo.
Como tú, comencé a cantar desde chavito, y poco a poco he ido abriéndome paso en este mundo del canto, con la diferencia que allá en mi país, la competencia es durísima.
La otra diferencia es que tienes una hermosísima voz. acabo de escuchar tu interpretación de "Lejos de ti", y averiguando en la red, pude saber quién eres y cómo se ha ido desarrollando tu carrera.
No tengo un registro tan bueno como el tuyo, pero tampoco lo hago nada mal. Lo reconozco, si no, no hubiera llegado a la situación que te iré contando.
La cosa es que yo no me metí con la hija de una famosa, mi identidad sexual nunca estuvo en entredicho, pero la verdad es que, mientras contigo hay dudas, yo sé que estoy aquí por meterme con alguien de peso, y porque me gustan los hombres.
Te decía que mi voz no es grandiosa como la tuya, así que recurrí al viejo truco de varios colegas: si no impresiono con todos los colores de mi voz, lo haré con algo de sensualidad, así que me metí a las pesas, y siempre que íbamos de gira, procuraba que mi hotel tuviera un gimnasio.
De hecho, mientras mis compañeros de las bandas metían a las chamacas a sus recámaras, o se ponían jarra con una y otra y otra botella de tequila, yo estaba entre discos y barras, y los saunas o las regaderas de los hoteles eran los lugares donde ocasionalmente liberaba más tensión de la que ya llevo encima.
Nadie sabe lo mío. Bueno, casi nadie, hasta hace una semana.
Fuimos a cierto lugar a dar un concierto privado, y la gente se estaba divirtiendo a todo dar. Tú debes saber muy bien esa sensación padrísima de lograr que todos bailen, gocen, dejen todo atrás y se relajen.
Entre el público había un cuate que, desde que comenzamos a actuar, no me quitaba la mirada de encima. No era la típica mirada de admiración, sino de otro tipo, quizás de deseo. Ese cuate era joven, vestía una ropa ceñida que le marcaba todo lo mamey que era, y, aunque no tenía rostro de modelo, abía algo que me llamó la atención y no me hizo quitarle los ojos de encima, tampoco.
Como para garantizar que el contacto visual no se perdiera, jamás bailó. Claro que al inicio pensé que se trataba de algún malechor, pero como que no tenía el lenguaje corporal de esas personas.
Aprovechando un respiro, pedí a uno de nuestros asistentes que consiguiera información, y seguí actuando como si nada.
Cuando el concierto se acabó, y nos bajábamos de la tarima, el asistente me comentó que era uno de los hijos del que nos había contratado. ¡Ay, Chihuahua!, dije. Aquí sí que debo moverme tantito con cuidado.
El director de la orquesta nos dijo que teníamos las siguientes horas libres, y que nos coláramos en la fiesta por invitación del dueño de la misma.
Me cambié de ropa, y decidí pasar un momentito por la celebración.
Cuando intentaba confundirme entre la gente, sentí que alguien me topó por la espalda. No le dí importancia, hasta que eso se repitió. Me volví... y ahí estaba él.
Me felicitó por el concierto, le agradecí, y comenzamos a platicar de todo un poco. Él es un estudiante de Leyes,y acudió únicamente para esa fiesta. Es un tipo amable y sencillo para ser quien es.
Hubo un momento en que me dijo si le podía dar mi autógrafo, y le dije que sí. Me pidió que lo siguiera. Lo hice.
Entramos en su casa, fuimos hasta su recámara, y comenzó a sacar una libreta y una pluma. Me invitó a sentarme sobre su cama, y cuando tuvo las cosas para la firma se sentó a mi costado.
Le garabateé mi autógrafo. lo vio, me agradeció, y me pidió abrazarlo. Si bien mi corazón latía aceleradamente, creí que no habría problemas en dar ese gesto, pues, tú sabes, un artista se debe a su público.
Pero ese abrazo fue distinto, ya que no me soltó de inmediato, y encima comenzó a acariciarme la espalda. Sentí ese cosquilleo cachondo, y le dvolví el gesto.
Se soltó un poco, me miró a los ojos y me dijo que me deseaba. ¿Decir que no, en medio de esos poderosos brazos? ¡Imposible!
Me tomó del rostro y comenzó a besarme. Por su aliento, pude percibir que lo estaba haciendo sin una gota de alcohol.
Fue cuestión de minutos que nos encueráramos y que su fornido físico se recostara sobre el mío, no menos marcado y masivo.
Su pinga dura y húmeda rozaba la mía y mis manos recorrían su amplia espalda, sus abultadas pompas (de ratito en ratito lo nalgueaba tantito). Su boca exploraba la mía, mi cuello, mis brazos, todo mi pecho.
Logró levantarme las piernas, y dejarme listo para introducirme su cipote.
Apenas me detuve para pedirle que se pusiera condón, pues su húmedo glande amenazaba con penetrarme sin protección. Su pinga no era ni chica ni grande, sino de tamaño justo como para disfrutar un buen revolcón.
Aprovechando mi postura, me levantó harto de las piernas, y hundió su cara entre mis nalgas, dilatándome el ano con su lengua. Sin cambiar d posición, comenzó a introducirme su muñeco. Me había dilatado y lubricado tanto con su saliva, que la entrada de su miembro no fue difícil.
Me abrí más de piernas para sentirlo dentro de mi, mientras una de sus manos me comenzaba a masturbar. Por cierto, mi miembro, incircunciso, mide tanto como el suyo.
Nos desconectamos de todo, y comenzamos a disfrutar entre besos y jadeos, de aquel momento.
Entonces pasó algo que nunca debió pasar...
La puerta se abrió. Su padre y otro chico, que parecía ser su hermano, estaban allí, petrificados. Mi amante se separó de mi, y se bajó de la cama, mientras buscaba dar una explicación. El padre y el otro chico salieron de allí, y el cuate temió lo peor.
Yo estaba confundido. Hizo que me vistiera tan rápido como fuera posible. Huí de aquel lugar con ayuda de uno de sus criados.
Pensé refugiarme en el hotel, pero sería el primer lugar donde me buscarían, así que fui a otro menos vistoso.
Más tarde me llamó el director de la orquesta, muy molesto, para retarme. Ese señor, quien me dio la oportunidad de mi vida, estaba lleno de coraje, y la plática -el monólogo, mejor dicho- terminó con el anuncio de que me corría del grupo, y que me desapareciera porque le habían amenazado con armar un escándalo.
Estuve en ese motel dos días, hasta que lo pensé bien, y como sabía de algunos paisanos que vinieron al Perú, tomé parte de mis ahorros y completé mi huída.
Algunos cuates me contaron que el chico me estaba buscando, pero la verdad no quiero problemas.
Vine a relajarme a una de estas playas del norteperuano, y encontré tu canción, tu historia, y, bueno, también este blog.
No creas que te quiero pedir algo. Sé que si busco por acá, donde, aparentemente, este tema no se sabe, podría triunfar.
Sólo quería desahogarme, sentir conexión con algo... quizás conmigo mismo, o quizás contigo, quién sabe.
Sé que huir no era la mejor opción, pero también sé que no hubiera podido soportarlo, y, en ese sentido, te admiro por la manera cómo te has sobrepuesto a ello, o, al menos, así parece. espero no estar equivocado.
De cualquier manera, quiero expresarte mi admiración por ello y por tu talento.
No sé si me quedaré o regre´saré. Sólo sé que ser diferente a los demás, a veces, tiene riesgos que no están hechos para cualquiera. ¿O qué piensas tú?
Afectuosamente,
Un amigo.

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