Siempre tuve un sueño secreto: ser modelo.
Desde chibolo jugaba basquet, y luego comencé a hacer pesas en el gym.
Me cuidé de no tener la apariencia de físicoculturista, sino mas bien la de surfer.
Como mido un metro 83, esa figura me favorece para hacer pasarela, fotos o aparecer en lo que quiera. Además, manejo mi pinta, y aparento más edad de la que tengo.
Pero también sabía que Piura no era el sitio para lanzarme por ahí. Le insistí a mi viejo que me mandara a Lima. En realidad quería estudiar en una buena universidad, y lo del modelaje sería un hobby, algo para conseguir plata adicional.
Como mi viejo tenía billete, me mandó.
Desde la academia, yo estaba viendo cualquier oportunidad para meterme a modelar; pero, como soy algo moreno, como que nadie me daba bola.
Le caí a una chica que tenía un primo que organizaba desfiles en algunas discotecas de Lince. Le comenté mi sueño, y ella me dijo que bestial, que hablaría con su primo.
A los dos días, me consiguió un casting. Fui, y me hicieron las clásicas pruebas: rostro, ropa deportiva, casual, formal. Me senttía bien.
“Tienes buen cuerpo. ¿Modelarías en ropa interior?”, me comentó su primo, un pata de unos 30 años, blanco, pintón, que también modelaba.
“La verdad no sé. Quizás hasta ropa de baño puede ser”.
“Pero, ¿qué tipo de ropa de baño?”
“Bermudas nomás”.
El pata dudó unos segundos, y me dijo que normal, que esté a la expectativa de mi celu, porque ese fin de semana habría un desfile en una disco de la avenida Arequipa.
Ese sábado fui. Era desfile de polos y bermudas estilo surfer, de una marca que a mi me vacila.
Los otros patas que allí estaban me recibieron fríamente. Como que me quise arrochar. En eso llegó el primo de mi enamorada, los saludó, luego me saludó. Como que me dio algo de confianza.
Éramos cinco patas y cinco chicas. A mi me dieron el último turno, pero sólo hice dos pases.
Me gané cien lucas. Para comenzar está bien, dije. Entonces invité a mi flaca a una disco en Barranco, luego nos fuimos a su jato, y la caché a forro en agradecimiento por el pase que me hizo.
Durante dos meses estaba combinando la academia, con el estudio y los modelajes de los fines de semana. Mi familia, ni enterada.
La huevada es que siempre me daban los últimos turnos, y sólo dos o tres pases.
Invertí la plata que ganaba en ropa, pasajes, gym, y salidas los fines de semana.
La vaina es que siempre terminaba aguja. Necesitaba ver la forma de cómo progresar en el modelaje para tener más cosas.
Un día, fui a la agencia y le pedí al primo de mi jerma que me diera mejores turnos y más pases.
“Mira, choche, la vaina es que los otros chicos ya tienen tiempo, además los que me pagan me exigen que les dé la preferencia a ellos, si no, normal. Mas bien déjame ver qué puedo hacer”.
Una noche, uno de los modelos se enfermó, y el otro tuvo un accidente. Tuvieron que jalar nueva gente, pero no estaba a la altura de los dos principales: eran más chatos, nada de especial y cuerpo hasta las huevas.
Le dije al primo que me diera la oportunidad, pero él seguía con lo mismo. Me arriesgué e insistí más. Claro que el huevón me podía botar ahí nomás.
“OK. Pero esto no lo podemos hablar aquí. En cinco minutos sube las escaleras, y allí te digo qué podemos hacer”, me contestó muy serio.
Pasado el tiempo, subí. Había una oficinita. Él estaba allí solo.
“Mira, piurano. Te voy a decir la verdad: los dos patas tienen la preferencia porque tienen un trato especial conmigo. Por eso les pago más y tienen mejores pases”.
“Yo también puedo hacer lo mismo. He aprendido mucho aquí”.
“¿seguro?”
“¡Seguro!”
Quedó callado unos segundos, me miró de pies a cabeza: “Necesito verte calato”.
“¿Qué?”
“No te preocupes. Sólo quiero tener…. Una idea de tu canon… nada más”.
“Pero yo no desfilaré en calzoncillo…”
“Sí, lo sé… pero el próximo mes modelaremos wetsuits, y… como sabes… son pegadas al cuerpo, y… quiero ver si estás OK para eso… nada más”.
No sabía qué hacer. En ese momento sólo vestía un polo, una bermuda y unos slaps, porque cuando modelas ropa de playa, no llevas calzoncillo ni boxer.
“¿Me pagarás más?”
“¡Lógico, piurano! ¡Mucho más!”
Dudando, me quité el polo, luego la bermmuda. Me quedé calato frente a él.
Estaba nervioso.
Comenzó a pasearme la vista por todo el cuerpo. Imaginen un surfer calato, así estaba… exactamente así.
Vi que su mirada se detuvo bajo mi vientre.
“¿Qué pasa?”
“Puta, piurano. Eres pingón”.
“¿Y eso qué tiene que ver?”
“Son wetsuits, acuérdate”.
“Entonces, ¿no?”
“Al contrario. Eso tiene arreglo. Hay ropa interior especial para disimularlo”. Abrió un cajón y sacó una cinta métrica. “Sólo quiero saber cuál es tu talla”.
“¿Qué vas a hacer”, le dije, al ver que se me acercaba y comenzaba a arrodillarse. Me muñequeé.
“Puta, piurano. Se nota que eres nuevo. Esto es normal para cualquier modelo”.
“¡No me vas a tocar el huevo!”
Se detuvo. Me miró seriamente. “Entonces regresa donde los demás, y seguiremos como siempre”.
¡Mierda! ¡Yo necesitaba la guita! No supe qué hacer, y el huevón se regresaba a su asiento. Yo seguía parado, estático y calato.
“Ya pues. Tómame las medidas”.
“Ahora sí nos entendemos”, me dijo serio aún.
Se acercó y comenzó a medirme las ingles, la cintura, la cadera. Y de pronto, me colocó la cinta a lo largo de mi verga. Para que se hagan una idea, cuando está dormida mide como nueve centímetros. Llevó la cinta hasta mis huevos. Comenzaba a sudar frío, y a sentir una sensación medio extraña en mis partes.
“Tranqquilo, piurano… ¡Oye, está creciendo!”
Efectivamente, por alguna razón de mierda, mi pene comenzó a erectar, y la huevada es que él no sacaba la cinta de allí.
“Debo esperar a que te pase para que me dé una lectura correcta”.
La vaina es que mi vaina, en vez de bajarse, se puso ‘arriba Perú’. La cabecita comenzó a asomarse en la punta, y el líquido pre-seminal comenzó a fluir.
“Así no vas a poder salir de aquí. Imagina el roche con los otros chicos”.
Dejé de sudar frío: “Esperaremos”, propuse; pero nada.
“Mira, piurano, te doy doscientas lucas esta noche, fuera de tus pases, si dejas que te la chupe”.
“¡Hablas huevadas!”
“Ese es el trato que tengo con esos dos muchachos. Tómalo o déjalo, pero apúrate que el desfile comienza en media hora”.
Mi verga no se bajaba, y por más que pensaba en otras cosas, seguía babeando, dura, palpitando.
“Botas tu leche, y ‘eso’ se pasa… ¿sabías que la tuya mide 19 centímetros? Fuera que es gruesa…”
“OK. Hazlo, pero dame la plata primero”.
Sacó el billete y lo puso en el bolsillo de la bermuda, que estaba sobre el suelo. Se arrodilló, y comenzó a succionarme la cabeza, y lentamente, se fue metiendo todo mi palo duro en su boca. No se la pudo comer completa, y dejó unos dos o tres centímetros fuera.
Yo no sabía qué sentir.
Me la mamó por veinte minutos, y las di en su boca. Me dio la impresión que se tragó mi leche, porque la sacó enjuagadita y flácida.
Esa noche gané como seiscientas lucas. Salí disparado de la disco, me olvidé de mi hembra, llamé a unos patas de mi academia, y me fui a chupar a Barranco.
De sólo recordar lo que había pasado, comencé a tener náuseas.
Chupé y bailé casi hasta las cinco, casi pierdo el examen de admisión a la mañana siguiente porque el guachimán me olió el tufazo, y no me quería dejar entrar. Le tuve que bajar 50 soles.
No ingresé y me tuve que regresar a esta tierra, de la que preferí salir por mis dos sueños.
Comencé a prepararme de nuevo, esta vez para ingresar a la Nacional de Piura, y volví a darle fuerte al gym.
Unas amigas me rogaron para modelar, pero no quería saber nada. A duras penas participé de un luau, y nada más.
La buena noticia fue que ingresé, y me puse a estudiar como mierda.
La hija de una amiga de mi vieja, que también ingresó, me encontró y nos pusimos a conversar de todo un poco, entre eso, que ella se recurseaba modelando los fines de semana.
La cojuda era riquísima, y había fichado con una agencia que acababa de crearse.
“Oe, estás para modelar, ¿por qué no lo haces?”
“No… ya no corre”, le decía. Ni cagando le contaría lo que me pasó en Lima.
Pero, tenía el bichito. Además, necesitaba plata porque los fines de semana era puntual a la disco.
Me presentó al dueño de la agencia. Bien legal el pata, me explicó las condiciones y le acepté, porque no había nada de huevadas, aunque para decir toda la verdad, le rogué a mi amiga que estuviera presente durante la entrevista. Claro que le llevé mi book de Lima.
Me comenzaron a programar desfiles, pero siempre estaba en tercer o en último turno, y mis pases eran pocos.
Se lo comenté al dueño, un patín de unos 25 años.
“De acuerdo, morenito. Déjame ver qué puedo hacer, pero no te prometo nada”.
Otra vez, una noche nos pusieron a modelar bermudas.
Ya tenía como tres meses en que un fin de semana sí, otro no, iba a pasarela.
Aprovechando los previos al desfile, y como los otros modelos no llegaban, hablé con el dueño, que estaba ordenando el vestuario de cada modelo.
Como me enseñaron en Lima, estaba calato, bueno, no completamente, con una toalla encima.
“Ya pe. Dame mejores turnos y más pases”.
“Ay, moreno, pero ya estamos ordenados”.
“Mira, yo tengo más experiencia que ellos. Ya pe”.
“Déjame ver si las bermudas te sientan”.
Agarró el vestuario del modelo principal, y las probó encima de la toalla.
“¿Viste? Sí me quedan… ya pe”.
“OK, moreno, tú saldrás primero”.
Me alegré. ¡Puta! Si había alguien de Lima afuera, a lo mejor, la podría hacer.
“Pero… ¿qué te parece si haces algo por mi?”
“¡Claro! Dime”.
“Cáchame, ¿sí?”
Me quedé helado de nuevo. Lo vi fijamente: no era feo el pata, además tenía buen cuerpo, bonita sonrisa, buen culo. En su mano ya tenía listo el condón.
“OK”, le dije.
Me quité la toalla, mostrándole mi huevo aún dormido. Me le acerqué. Lo tomé por los hombros…
Lo lancé hacia la pared, estrellándolo.
“¿sabes qué? Métete tu pasarela por el culo, hijo de puta”.
Agarré mi ropa y me salí. Prácticamente me cambié en el pasillo de emergencia, mientras el huevón gritaba que las iba a pagar,que quién me creía yo, que me iba a mandar a la cana…
Lo mandé a la mierda, y me fui corriendo de ahí.
Ese lunes, mi amiga no me saludó, y otros patas me miraban medio extraño.
Supe que el imbécil ese le contó a algunas personas que me lo quise forrar a la fuerza, y que me iba a enjuiciar.
Jamás me llegó la notificación,y no tengo RQ.
Pero, mil veces, estoy tranquilo estudiando en vez de destacar a cambio de culearme a otro pata.
Pero eso sí: aún quiero ser modelo.
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