martes, 29 de noviembre de 2011

El stripper que me quitó más que el frío

Soy un chico de Manizales, Colombia, tengo 26 años, y me encantan todos los deportes de aventura y la fotografía.
Pero también me llama la atención el folklore de los pueblos sudamericanos, en especial sus fiestas.
Había llegado a Sullana y unos parces me hablaron de la Feria de Ayabaca. Como estaba cerca, pedí que me prestaran una bicicleta de montaña. Arreglé unas cosas y me puse en camino.
Mis parces me pidieron una y mil veces que tenga cuidado porque es una zona riesgosa, especialmente para un colombiano como yo. ¿Y pasará algo más?, les pregunté. Ellos sabían que me refería a otro de mis gustos: hombres bacanos para tener placer.
En Ayabaca no pasa nada, me dijeron.
Bueno, dije yo. Entonces, me puse mi mochila, mi traje de ciclista y me fui. Salí como a las seis de la mañana, y llegué casi a medianoche.
A lo largo del camino, gente en trajes morados, algunas con cruces al hombro, llenas de fervor.
Como el paisaje es único, aproveché para hacer varias fotos, y conforme avanzaba y encontraba algo interesante que retratar, lo hacía hasta que llegué a la ciudad.
Allí me encontré con otros ciclistas de acá, y quedamos para hacer un pelotón de retorno.
Me costó trabajo encontrar habitación, pero al fin conseguí algo seguro a la vuelta de la plaza, donde pudiera descansar y guardar la bicicleta.
Al día siguiente me dediqué a hacer fotos de los peregrinos, las celebraciones, la adoración, realmente buen material.
A mediodía salí a la plaza para descansar antes de buscar algo que almorzar. Me senté en una banca, y fue cuando lo vi: un chico evidentemente atlético, vistiendo una franela y unos jeans ceñidos, hermoso cabello castaño oscuro peinado con un gracioso copete y un rostro recio pero afable.
Recordé el dato de mis parces de Sullana, pero igual no le quité la mirada de encima. Tenía la cámara en ristre, y aproveché para tirarle unas fotos con el tele, aunque sea para tenerlas de recuerdo.
De pronto, me miró. Tragué saliva. Él miró a los costados, y se acercó. Sabía que la había cagado, y que no me quedaría otra que pedir disculpas, inventar una excusa o quién sabe qué.
“¿Me estás tomando fotos?”
“Mire, qué pena con usted, la verdad que sí… es que me llamó la atención”.
El chico se sonrió, volvió a mirar a los costados, se presentó dándome la mano.
“Ten cuidado con los choros”.
“¿Con qué?”
“Los ladrones, pe”.
“No se preocupe. Gracias”.
Se sentó a mi lado, le conté mi historia.
Me escuchó con mucho interés, mientras sus brazos cruzados revelaban unos bíceps grandes, y sus piernas estaban a punto de romper sus pantalones.
“Yo acabo de regresar acá. Estuve dos años trabajando en Lima”.
“¿Trabajando de qué?”
“De lo que sea; mozo, ayudante, seguridad… hasta de stripper”.
“¿Trabajó como stripper?”
“Sí. Mi hermano me botó de su casa y tenía que comer como sea. Un amigo me habló, y como sé bailar muy bien, ya pues”.
“¿Y cómo era su espectáculo?”
“Tendrías que verlo”.
“Pero acá no se puede”.
Se quedó pensando un rato.
“No, aca no. Pero en mi cuarto sí”.
“¿En tu cuarto?”
“Por fin me tuteas. Sí, allí. Si quieres, sígueme”.
Nos metimos por una calle estrecha y curva franqueada por casas de dos pisos y balcones de madera, bajamos por una bocacalle y llegamos a una construcción de dos pisos, de pared blanca, con el consabido balcón de madera.
Subimos por una escalera que crujía a nuestros pasos, llegamos a un cuarto al final de un estrecho pasadizo. Al fondo, el paisaje impresionante de la cordillera, interrumpido por unos eucaliptos.
Entramos.
Abrió una ventana de madera y se iluminó el espacio de paredes blancas desnudas. Su cama estaba sin hacer.
“Me fotografiarás, ¿no?”
“Claro. Si no te molesta, sí”.
Yo prendí mi cámara; él, una pequeña grabadora y una canción de Lady Gaga se reprodujo.
Comenzó a cimbrearse, moviendo manos y cadera. Yo comencé a disparar.
se quitó la franela y debajo habían dos poderosos pectorales, una espalda maciza y unos abdominales dignos de calendario.
La música seguía sonando, y mi cámara continuaba congelando su sensualidad.
Me dio la espalda, se quitó sus zapatos, y fue deshaciéndose del cinturón. Simuló una flagelación, y se lo pasó por la entrepierna, mientras su trasero se movía sin cesar.
La canción seguía sonando.
Entonces se bajó los apretados pantalones, revelándome unos pequeñísimos slips que dejaban media nalga, redonda, al descubierto. Se puso en ángulo recto, se terminó de quitar la prenda, y ahora sólo tenía calcetas y su underware color blanco.
Era prácticamente lampiño, por lo que su atlético cuerpo lucía grandioso.
Yo no dejaba de tomar fotos y más fotos.
La canción terminó, e hizo una venia.
“¡Genial!”
“Gracias. ¿Qué tal las fotos?”
Me acerqué, nos sentamos sobre su cama, y le mostré la serie. El seguía semidesnudo.
“Están de la puta madre”.
“Gracias. Si deseas, te las imprimo y te las envío”.
“¿En serio?”
Tomé nota de su dirección de casa. No tenía correo electrónico.
“Tú eres un artista quitándote la ropa”.
“Y tú haciendo fotos”.
“¿Y has hecho desnudos?”
“No. Eso no corre conmigo”.
“¿Por qué no? Tienes un buen físico”.
“Eso sólo se muestra en privado”.
No le insistí. Apagué mi cámara, y estaba alistándome para agradecerle e irme a comer.
“Mira.”.
Se puso de pie, se colocó frente a mi, me dio la espalda de nuevo, y, sensualmente, se quitó el slip… ¡qué culo! Grandes glúteos redondeados y sin un pelo.
Giró lentamente, cubriéndose el miembro con una mano. Por cierto, el mío estaba más que duro.
“¿quieres ver lo que tengo bajo mi mano?”
“¿Me lo quieres mostrar?”
Me hizo una seña con la cabeza, tomé su mano, la retiré… un hermoso pene y unos grandes huevos debajo de un vello recientemente rasurado.
“¿Te gusta?”
“Bueno… creo que sí”.
“Quítate la ropa”.
Obedecí. Cuando estuve desnudo como él, me tomó por la cintura, juntó su cuerpo y me besó profundamente en la boca. Me empujó suavemente a su lecho y se acostó sobre mi, abriéndome de piernas.
Entonces, lamenté haber hecho caso a mis parces.
“¿Tienes condón?”
“No. ¿Tú tienes?”
“Tampoco”.
“Entonces…”
“No te preocupes”.
Me besó de nuevo en la boca, luego el cuello. Su pelvis no dejaba de masajear su miembro y el mío, mientras mis manos le acariciaban su espalda y trasero.
Me excitó tanto, que no dudé en venirme allí, bajo su piel, mientras él seguía moviéndose con frenetismo, jadeando, casi no dejándome respirar con sus besos.
Finalmente, dejó de mecerse, y pude percibir la humedad en nuestros vientres.
“¿Te gustó?”
“Estuvo grandioso”.
Sonrió.
Nos limpiamos el semen y nos pusimos la ropa de nuevo. Aproveché para invitarlo a almorzar, aunque al inicio no quiso.
Esa misma tarde dejé Ayabaca, me olvidé del pelotón, y fui cuesta abajo hasta un pueblo llamado Montero, donde pasé la noche.
Allí me abordó un hombre, con quien terminé compartiendo un café.
“Y conociste a *****?”
“Sí”.
“Vi cómo te llevó a su cuarto”.
Me incomodé algo.
“¿Cuánto te cobró?”
“Gracias por el café. Buenas noches”.
Esa noche, en mi cuarto, desnudo, junto a la bicicleta que me prestaron, pasé y repasé sus fotos, mientras me masturbaba vaciándome dos o tres veces.
Imprimí las fotos y se las mandé; además, le grabé un disco para que las tuviera en digital.
No volví a tener noticias suyas hasta que regresé a Colombia, entre a una comunidad de contactos por foto, y vi una inconfundiblemente suya, de espaldas, con el culo en primer plano.
Muchos comentarios lo alababan e insistían en contactarlo.
Y pensar que llegué a tocarlo, aunque nunca te la llegué a ver parada, escribí. Y me sonreí porque sólo sentí los dos miembros duros, pero el suyo siempre lo vi flácido, así que nunca supe cuánto medía.
Decidí no enviar el mensaje y pasar a otro perfil.

© 2011 Hunks of Piura Entertainment. ¿quieres contarnos tu relato? Hunks.piura@gmail.com

2 comentarios:

  1. He y no, buena historia, publica al
    Menos algunas fotos q no se le vea el rostro aunq sea xfasss

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  2. hola buen dia me llamo victor jose gil mi cedula de identidad numero 582.011 mi edad 18 años mi rol versatil serio discreto estudio universitario vivo con mi madre que es hipertensa y otras patologias medicas y mi padre de crianza murio hace meses de parkinson vivo en venezuela y la situacion esta complicada en mi pais y mi mama es pensionada tiene 56 años y no le alcanza para su tratamiento medico y hay dias que no tenemos para comer mi padre de crianza era de gran apoyo el que quiera darme una ayuda aqui mis datos bancario: bancaribe cuenta de ahorro numero:0114-0540-10-5401413296 si me puedes transferir victor jose gil cedula de identidad 582.011 correo:victor_gil1934@outlook.com disculpe la molestia generada

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